EFE.- Ni siquiera el devastador ciclón "Sandy", que ha azotado esta semana la costa este del país, parece capaz de modificar los parámetros del debate cuando faltan pocos días ya para la votación.

Desde que hace 24 años los candidatos a vicepresidente Dan Quayle (Republicano) y Lloyd Bentsen (Demócrata) coincidieran en afirmar en un debate televisado en que "había que actuar contra el cambio climático", el tema ha sido objeto de discusión en seis presidenciales y, con los precios del petróleo disparados, alcanzó su punto álgido en las de 2008.

¿Qué ha pasado entonces para que las elecciones de 2012 pasen a la Historia, para furia de muchos científicos, ambientalistas y ciudadanos americanos, como aquellas en las que no se mencionó el cambio climático?

Expertos en energía como David Pumphrey, del Centro de Estudios Estratégicos (CSIS, en sus siglas en inglés) o William Burns, profesor de la Universidad Johns Hopkins, coinciden en que la respuesta es la revolución que la explotación de gas no convencional por la técnica del ‘fracking’ ha provocado en la economía y en el sistema energético norteamericano.

CIEN AÑOS DE ABASTECIMIENTO

Los avances tecnológicos han permitido que gracias a esta técnica, que fractura la roca para sacar los hidrocarburos contenidos en ella mediante la inyección de grandes cantidades de agua y químicos muy cuestionadas ambientalmente, el gas no convencional haya pasado de representar del 2 a más del 30% del total del gas natural que produce Estados Unidos en menos de diez años. La cifra podría elevarse hasta el 50% en 2035, según previsiones de la Agencia Internacional de la Energía.

Al ritmo de producción actual, la Administración americana calcula que los recursos recuperables de gas no convencional podrían abastecer Estados Unidos durante 100 años.

En un contexto de reducción de las reservas de hidrocarburos extraídos de manera tradicional y de depresión económica, la Administración Obama abrazó e impulsó el ‘fracking’ haciendo suyos los eslóganes con los que lo ha vendido la industria: motor económico, fuente de creación de empleo, de competitividad y de reducción de las emisiones causantes del cambio climático.

A pesar de la práctica ausencia de estudios independientes que demuestren esas premisas, Obama apuesta en su reelección por seguir extrayendo gas y petróleo (incluido en las aguas prístinas del Ártico); y el candidato republicano, Romney básicamente insiste en que el perforara -aún- más, y en que en su primer día como presidente aprobará la construcción de un oleoducto que transporte el fuel de Canadá a las refinerías de Texas.

POSTURA NUCLEAR

La revolución del gas ha frenado también nuevos planes nucleares, una energía que ambos candidatos apoyan, pero que según Pumphrey "no puede competir con los bajos precios del gas", lo que está ralentizando la construcción de los cuatros nuevos reactores previstos (dos en Carolina del Sur y dos en Georgia).

En ese sentido, una Administración republicana podría retomar el proyecto de construir un almacén de residuos nucleares permanente en Yucca Mountain (Nevada), desechado por Obama.

Analistas como Suzanne Goldenberg, corresponsal de energía y medio ambiente de The Guardian en América, o Tom Yulsman profesor de Periodismo Ambiental de la Universidad de Colorado, argumentan que la común apuesta por los combustibles fósiles de los candidatos responde también a una carrera por ganar votos en estados decisivos como Ohio -con una importante industria del carbón-, hablando de los los temas que la mayoría de los votantes quieren oír.

Así, la moderadora del segundo debate entre Obama y Romney explicó a una coalición de 9 potentes ONG ambientales americanas que no había preguntado a los candidatos por el cambio climático, como le habían solicitado a través de 160.000 firmas, porque a los ciudadanos les interesaba más la economía.

Su postura coincide con los resultados de un estudio del Pew Research Center, según el cual la economía es la preocupación número uno de los estadounidenses, la energía la 10 y el cambio climático la 22.

DIFERENTES SILENCIOS

¿Qué diferencia entonces a los candidatos en dos temas inseparables como energía y cambio climático?

Lo primero es la aproximación: Romney ni si quiera está convencido de que exista un cambio climático antropogénico, es decir, causado por la acción humana.

El aspirante republicano considera que hasta que no haya más conocimiento sobre la gravedad de las consecuencias del calentamiento, el Gobierno federal no debe invertir ni un solo dólar en mitigarlas; se opone a que haya una tasa para los combustibles fósiles y a apoyar con dinero del contribuyente a las renovables, de las que dice que deben abrirse camino por sí mismas y demostrar si son viables.

Obama, quien subrayó en la convención demócrata que el cambio climático no solo "no es una broma" sino "la mayor amenaza para las generaciones futuras", cree que la reducción de emisiones y las renovables son parte del camino para frenar el calentamiento y que el Gobierno central debe ser parte activa en ambas políticas.

Todo indica que de ser reelegido, el presidente renovará el sistema de desgravación fiscal (Production Tax Credit, PTC) a las renovables, del que se han beneficiado empresas españolas como Iberdrola; y que la Agencia de Protección Ambiental americana (EPA) tendrá un papel más activo en el control de emisiones.

Ni una cosa ni la otra ocurrían con Romney, quien ha atacado repetidamente las trabas que la EPA pone a las perforaciones con sus exigencias, y está decidido a rebajar las competencias de esta agencia estatal en materia de control ambiental.

No obstante, la realidad es que ninguno de los candidatos ha sido capaz de concebir el cambio climático como una política ganadora; y ambos han preferido un histórico silencio climático a la posibilidad de arriesgarse a plantear otro modelo energético y económico.

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