En JARC-COAG intentamos decir las cosas por su nombre, por tanto, no podemos dejar de ser muy críticos con nuestros supuestos representantes europeos. No nos referimos a un tirón de orejas, no, queremos que se depuren responsabilidades por decisiones incorrectas, se cese a quien sea necesario y se reoriente la situación.
Las políticas de la UE hace tiempo que pervierten el sector agrario. Los agricultores son moneda de cambio en las negociaciones con el resto de países, con el objetivo de dar salida a productos tecnológicos e industriales. Mientras Bruselas menosprecia a los trabajadores del sector agrario, países como China, la India y los EEUU, están comprando y arrendando tierras alrededor del mundo para asegurarse el autoabastecimiento de alimentos.
En Europa, lógicamente, se establecen unas reglas del juego productivas para garantizar la calidad de los alimentos, lo que hace que los costes de producción sean cada vez más elevados. Pero después, en vez de protegernos de los países que trabajan con normativas más laxas, les abren las puertas a sus productos. Al final, impera disponer de alimentos lo más baratos posible, y quien no pueda competir que lo deje. De momento, en Europa no faltan alimentos, y medio mundo está dispuesto a proveernos, ¿pero a qué precio?
Si hablamos de ayudas europeas, vemos que están enfocadas a organizaciones de productores y modelos basados en crecimientos desmesurados. Y como nunca será suficiente, ahora hablamos de fusiones entre macro organizaciones. En vez de defender un modelo productivo basado en explotaciones familiares competitivas, nos empujan hacia el sistema americano de grandes explotaciones, que dicho sea de paso, siguen con dificultad. Además, abren la puerta al capital de empresas inversoras que no tienen nada que ver con el sector agrario. Al final, conseguirán que queden cuatro agricultores trabajando para estas macro industrias agrarias.
El sector de la fruta en Cataluña, evidentemente no vive al margen de esta situación. Hemos sufrido la desmesurada carrera para establecer nuevas plantaciones, como en el resto de Europa, lo que ha comportado un exceso de producción, inaguantable para las pequeñas y medianas empresas que no pueden soportar campañas sin resultados positivos.
Y qué hace la UE? Nada. Una muestra la tenemos el verano pasado, cuando mientras nuestros representantes en Europa se iban de vacaciones, el señor Putin aprovechaba para golpear duramente contra el sector más desgraciado y desprotegido de la UE. Está claro que si el veto se hubiera impuesto a los Mercedes la reacción habría sido otra.
En JARC-COAG hace cuatro años que denunciamos que los mecanismos de gestión de crisis de mercado no funcionan, pero no hay voluntad de arreglarlo, como se ha demostrado con el veto ruso. Muchos agricultores tenemos la sensación de que nos han tomado el pelo con unas medidas de apoyo tardías y esperpénticas. La ayuda no ha llegado al campo, han hecho entrar producto innecesariamente en el circuito de manipulación, transformación y distribución, porque de este modo unos cuantos se aseguraban recibir las compensaciones económicas, y encima, han lavado su imagen pública dando a beneficencia el producto que sobraba. Se anunciaron centenares de millones de euros para la retirada de producto, pero los productores de fruta catalanes todavía los está esperando.
Y en Madrid, como si el tema no fuera con ellos. Durante una reunión celebrada en agosto con la Ministra Tejerina, cuando dijimos que considerábamos necesario establecer medidas políticas contra la UE, se limitaron a decir: “Esto aquí no toca”. Entonces nadie parecía apoyarnos, pero recientemente algunos representantes del sector han hecho una rueda de prensa para anunciar que quieren denunciar a Bruselas, convocando a los productores para informarles, o quizá para ver quien pagará la demanda. Sinceramente, pienso que de cara al exterior todo el mundo defiende a los agricultores y ganaderos, pero internamente aparecen demasiado a menudo los intereses propios de las organizaciones, no del sector. Lo mismo pasó durante las negociaciones de la PAC, cuando algunas organizaciones no nos apoyaron cuando reivindicábamos que los productores de frutas, hortalizas o viña, debían recibir ayudas directas como el resto. Y como esto únicamente es así en España, los productores de fruta arrancaremos el 2015 en inferioridad de condiciones respecto a otros productores europeos.
Qué frustrante es asistir a las reuniones de turno, tanto en España como en Bruselas, para no arreglar casi nada, y ver cómo después de cada reforma, la PAC se vuelve más perversa. Y encima, hay que aguantar que la Administración del Estado nos venga siempre con la misma historia, excusándose en que todo depende de Bruselas. Que empiecen por mejorar los temas en los que tienen competencia, como son las cuotas de la Seguridad Social o los módulos del IRPF, y después, si no es mucho pedir, que hagan su trabajo y eviten que las políticas europeas continúen pervirtiendo el sector agrario.