José Manuel de las Heras Cabañas / coordinador estatal de Unión de Uniones

Sin duda habrá quien vea en la acción de Gobierno del PSOE presidida por Pedro Sánchez diferencias sustanciales con la que pudiera emprender un Ejecutivo de derechas. Ya sea motu propio o con algún toque de Podemos, se han adoptado medidas como el aumento del salario mínimo, la subida de determinados impuestos, la revalorización de las pensiones, la recuperación de las prestaciones por desempleo para mayores de 52 años o la eliminación del copago farmacéutico para determinadas familias. Son decisiones que se podrán compartir o no por razones ideológicas, de contenido o de oportunidad… pero parece claro que este Gobierno ha pretendido marcar territorios específicos que lo distancien de otros.

Eso es así, salvo en el Ministerio de Atocha. Allí todo sigue igual. La sorpresa que a algunos pudiera causarnos escuchar a Luís Planas dirigirse en su toma de posesión en términos tan elogiosos a la saliente García Tejerina y a su labor al frente del Ministerio, ha quedado superada por los acontecimientos.

La agenda presentada en su momento por el Ministro Planas, excesivamente vaga a mi parecer, anticipaba una senda continuista del trabajo de su predecesora del Partido Popular. Sin planes de sello propio, y con prácticamente el mismo equipo, nada importante se ha modificado y cuando lo ha hecho, como en el caso de la nueva norma de regulación de venta a pérdidas, ha sido para mal.

Si hay un termómetro para medir cuánto y en qué se quiere distanciar un Gobierno de otras alternativas son los presupuestos y, precisamente, el proyecto de cuentas generales del Estado para 2019 es la exhibición más llamativa que ha querido hacer Pedro Sánchez de sus diferencias con las otras opciones políticas.

Pero no en el Ministerio de Agricultura. Lo mismo Planas se siente ave migratoria que no sabe cuánto anidará en Atocha; pero el caso es que sus presupuestos son pardos y anodinos. Una fotocopia de los anteriores, a excepción del aumento (casi obligado por las circunstancias) de la dotación al seguro agrario. Por lo demás, ni una apuesta por la sanidad animal y vegetal (con la tenemos encima); ni por reforzar la posición de los agricultores y ganaderos en la cadena agroalimentaria; ni por la reorganización de sectores productivos; ni por la renovación generacional del sector o el desarrollo rural.

Y con este presupuesto, no hay medios para hacer nada distinto o mejor, y lo que es peor, parece que ni ganas. Porque, en mi opinión, no se visualizan otros objetivos que no sean mantenerse en el Ministerio, sin grandes sobresaltos el tiempo que esto dure, procurando tener especial cuidado en no incomodar a los que otros llamarían la casta del sector.

Por lo demás y, tiene que parecer que algo se hace, nuestro Ministro anda como el titiritero de la canción de Serrat, “alehop, de feria en feria” y con alguna parada en Bruselas, donde se sigue mareando la perdiz con lo de la Reforma de PAC, de la que siguen sin conocerse a ciencia cierta ni fechas, ni dinero.

Si en las próximas elecciones, cuando sean, alguien quiere encontrar motivos para decidir su voto, no los encontrará en Agricultura, salvo que la cosa cambie y mucho.

Y a lo mejor la cosa no es tan difícil. Quizás bastaría con que alguna vez hicieran algo de lo que proponen y piden cuando están en la oposición: Poner en marcha la Ley de Desarrollo Rural Sostenible, un plan RENOVE de maquinaria mejor dotado, aumentar el apoyo a los jóvenes y a los profesionales; más inversión en innovación, en sanidad, en infraestructuras, modernización de sectores; o ayudas mínimis nacionales para sectores en crisis. En fin, esas cosas que, si pierden el poder, se arrepentirán de no haber hecho (o al menos, haber intentado) cuando tenían el BOE en sus manos… Exministros hay que en el pasado se nos han lamentado ya por causas parecidas.

Si no hay quien asuma la responsabilidad política de planificar una estrategia definida y decidida para defender nuestro modelo agrario, nuestro campo y nuestros pueblos, será algo de lo que habremos de lamentarnos todos algún día. Señalarlo e intentar cambiar esta situación es algo en lo que algunas personas y algunas organizaciones no vamos a dejar de trabajar con todas las fuerzas y medios de las que dispongamos.

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