Defiende la época dorada de los vinos madrileños, que como en tantas otras zonas de España la filoxera truncó a principios del siglo XX. "Cuando los viñedos de Madrid se rehicieron, la uva se destinó a vinos de mesa, que eran normales tirando a malos, y ya no se cuidó la calidad", explica.

     Pero las tornas volvieron a cambiar en los 70, cuando un grupo de bodegueros y viticultores entre los que se encontraba Orusco cayó en la cuenta de que "había potencial" y que para sacar vinos de calidad era necesario "cambiar las estructuras de las bodegas y viñedos". "Iniciamos el proceso entonces y en ello seguimos hasta la fecha", recuerda.

     Empezaron nueve bodegueros y actualmente forman parte de la D.O. 47 casas, algunas con "muy buenos vinos" que alcanzan renombre sobre todo en la Comunidad de Madrid, donde los caldos propios cuentan cada vez con más adeptos. "Si hay que elegir, yo me quedo sin duda con un tinto", dice a Efe el presidente de la D.O.

     Orusco no cree que exista un denominador común para los caldos madrileños porque en cada una de las bodegas se innova de una manera diferente. "Para ser sincero, no es fácil detectar al probar un vino que es de Madrid, pero como tampoco se averiguaría en denominaciones como la de Ribera, donde hay matices tan distintos", reflexiona.

     "Rioja está haciendo ahora unos vinos muy estandarizados que no se parecen mucho al famoso ‘riojita’ de antes, que era muy ligero, suave, acidito, criado en madera nueva… Y ahora han evolucionado como todos, que cambian con el mercado", indica.

12.000 hectáreas y 20 millones de litros


     Con las 12.000 hectáreas de viñedo de Madrid se producen entre 18 y 20 millones de litros de vino, pero la D.O. únicamente embotella 4 millones de botellas. "Estamos todavía con muchas posibilidades de crecer pero será el mercado el que nos diga si podemos embotellar más o no", explica Orusco.

     Si bien los propios madrileños son el principal mercado de los productores regionales, la D.O. está muy centrada en la promoción exterior: "Hay bodegas de Madrid, como por ejemplo la mía, que exporta más vino que el que deja en el mercado interno", explica Orusco, propietario de las bodegas homónimas.

     Los vinos de la región se aprovechan del tirón que tiene la ciudad, que permite que sus caldos suenen en ciudades como San Francisco, Tokio o Nueva York. "El nombre de Madrid es conocido en el mundo entero, es una ciudad que está de moda y que culturalmente hablando es muy importante, y tiene una serie de atractivos que hacen que sorprenda y apetezca comprar vino de Madrid".

     Y aunque para los madrileños es difícil competir con la fama de zonas de tradición vitivinícola como las españolas, el presidente de la D.O. Vinos de Madrid asegura que los caldos de la región son "estupendos" para tomar en casa o en cualquier taberna madrileña. "Hay que probarlos, que están muy buenos y los hacemos con una tremenda ilusión", concluye Juan Bautista Orusco.

×