Juan José Álvarez Alcalde / Secretario de Organización de ASAJA
Otra vez el campo. Otra vez los agricultores y ganaderos en el centro de un conflicto político que ni hemos provocado ni podemos resolver. La decisión del presidente Donald Trump de imponer un arancel del 20 % a los productos de la Unión Europea no solo reabre una guerra comercial que nunca terminó del todo, sino que vuelve a poner en riesgo el esfuerzo de quienes producimos alimentos en condiciones cada vez más difíciles.
En el pasado ya lo vivimos. Y lo pagamos. La guerra Airbus-Boeing, que acabó saldándose con aranceles del 25 % al aceite de oliva envasado con sello español, nos costó millones en ventas y en reputación. Mientras nuestros aceites con marca propia desaparecían de los lineales en Estados Unidos, otros países se hacían con ese hueco sin haber sido parte del conflicto. Solo entre 2019 y 2020, las exportaciones españolas de aceite se desplomaron más de un 40 %, y el sector aún arrastra secuelas.
Hoy asistimos a una nueva versión del mismo problema, amplificada y revestida de eslóganes electoralistas: «Día de la liberación», «América vuelve a ser grande», «aranceles recíprocos»… Lemas grandilocuentes que poco tienen que ver con la realidad del comercio internacional. Las guerras comerciales nunca son una buena idea, y los aranceles, aunque puedan parecer eficaces a corto plazo, generan inflación, castigan a los consumidores y distorsionan los mercados.
El proteccionismo, como demuestran numerosos estudios académicos, no funciona en el medio y largo plazo. Solo sirve para levantar muros donde antes había puentes. Y en un sector tan global como el agroalimentario, esos muros no solo frenan exportaciones, sino que siembran incertidumbre en toda la cadena, desde el campo hasta el consumidor.
Por eso pedimos, con firmeza pero con prudencia, que se actúe con inteligencia y responsabilidad. España no puede permitir que sus agricultores y ganaderos vuelvan a ser la moneda de cambio en una disputa comercial que solo beneficia a quienes agitan el conflicto desde la distancia. Esperamos del Gobierno un plan de contingencia realista, con ayudas suficientes y bien orientadas. Y esperamos de la Unión Europea una defensa firme de nuestros productos, de nuestras normas y de nuestra soberanía comercial.
Lo que está en juego no es solo el valor de unas exportaciones o el precio en los mercados. Están en juego el presente y el futuro del sector primario europeo. Porque si no protegemos a quienes alimentan a Europa, ¿a quién estamos protegiendo realmente?