Lorenzo Rivera / Coordinador de COAG-Castilla y León

Hoy son muchas las injusticias que hay en el mundo. Guerras dónde mueren civiles inocentes; entre ellos niños. Hambre, sed, falta de medicamentos que evitarían muchísimo sufrimiento y muertes. En definitiva, vivimos en un mundo hostil, donde sólo parece que el “sálvese quien pueda” es lo más practicado por todos los gobiernos.

En medio de tanta hostilidad algunos, ajenos a todo sufrimiento, siguen haciendo negocio amparándose en el “libre mercado”, en acuerdos comerciales que la OMC alimentó y que además los ampara irresponsablemente.  Lo lamentable de estas prácticas comerciales tan libres, es que las consecuencias las estamos sufriendo los agricultores, ganaderos y los consumidores a los que se les engaña sin información de que lo que consume es producido a miles de kilómetros.

Esto exactamente es lo que esta ocurriendo con nuestra producción de cereales y maíz. La pandemia y la guerra de Ucrania dispararon los costes de las energías y materias primas. Todos lo sufrimos. Se dispara la inflación y los gobiernos se apresuran a corregir para conducir la economía fuera del déficit y controlarlo. Como quiera que la alimentación es imprescindible y necesaria, el manual de economía exige frenar la subida de precio de los alimentos. ¿Cómo? Dejando que las empresas compren materias primas lo más baratas posibles para rebajar el precio de los alimentos entre otros.

Así llevamos más de dos años importando cereales, maíz y soja; la mayoría transgénico de Sudamérica, Estados Unidos o Canadá. Además de las importaciones que llegan de Ucrania, un país en guerra que vende como puede por la necesidad de la guerra, sin aranceles, se entiende que para ayudarles económicamente, pero en realidad a los productores de cereal y maíz nos está arruinando.

En España entra el 75% del trigo que exporta Ucrania y casi el 50% de todo lo que exporta. Como se suele decir, “desvestir a un santo para vestir a otro”. El año 2023, con la peor cosecha en nuestro país por la sequía, las importaciones crecieron por la necesidad de mantener el consumo y la producción de pienso (37 millones de toneladas). Los precios cayeron paulatinamente desde la cosecha hasta comienzos de la actual.

Nadie hizo nada para compensar los bajos precios que nos pagaron por la escasa cosecha que recogimos. Pero la cosa se agrava aún más cuando la cosecha de este año en Castilla y León (6,6 millones de toneladas de cereales) se encuentra paralizada en los almacenes porque no se puede malvender a 200€/tonelada ya que no cubre los costes de producción.

Los fabricantes de pienso y de harina de Castilla y León están importando masivamente materias primas, bien del otro lado del Atlántico o de Ucrania. No parece lógico, teniendo en cuenta que en Castilla y León hemos producido 6,6 millones de toneladas, más 1,4 millones de toneladas de maíz, un total de más de 8 millones de toneladas de cereal disponible, cantidad más que suficiente para las necesidades de las fábricas de pienso (5,7 millones de toneladas) y también para las fábricas de harina.

Comprar aquí en Castilla y León las materias primas genera empleo, actividad económica, fija población y en definitiva crea riqueza. Importarlas, todo lo contrario: despoblación, desempleo y la ruina de muchos agricultores.  Además de la enorme huella de carbono por el transporte desde miles de kilómetros. Perdiendo además nuestra soberanía alimentaria. Esto no es libre mercado. Esto es especulación e hipocresía. Todo lo contrario de lo que estas industrias proclaman. Nos queda apelar al compromiso con nuestra tierra, nuestra agricultura y los que la trabajamos. Si no es así ¿tendremos otra cosecha pérdida?

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