EFE.- Así lo ha asegurado hoy la directora de Salud Pública y Medio Ambiente de la Organización Mundial de la Salud, María Neira, durante su intervención en el foro II Madrid Food & Drink Summit 2014, en que ha resaltado la necesidad de pensar en cómo hay que alimentar a la futura generación.

Neira ha destacado que hay unas piezas clave que son las políticas de alimentación, pero también en el lugar de trabajo y en el transporte, la actividad física, combatir el sedentarismo y una planificación urbana.

Ha aludido al aumento de la obesidad y el sobrepeso entre los adolescentes, de los que un 2 % se encuentra en una de estas dos situaciones, y a que el 42 % de la población se declara sedentaria.

Según sus datos, en todo el mundo hay 1.400 millones de adultos (más de 20 años) con sobrepeso; de ellos, 211 millones de eran obesos: «La gran paradoja es que hay grandes cifras de malnutrición. Una parte del mundo como África no tiene cómo alimentarse».

Neira ha afirmado que no se puede demonizar a la industria alimentaria, pero sí que hay pensar entre todos cómo resolverlo de forma que también permita al empresario hacer negocio.

Entre las soluciones, ha propuesto revisar modelos de comportamiento como fomentar el uso de la bici en vez del coche, una tendencia que se ve como snob en los países nórdicos y sobre la que incluso políticos como Margaret Tacher en su día calificaron de perdedores a quienes con 40 años iban al trabajo en autobús.

Ha señalado que los negocios en el futuro se realizarán en zonas urbanas, ya que el 70 % de la población vivirá en estas zonas, por los que «claramente habrá que adaptar esos negocios a ese entorno urbano» y, con ellos, sus comunicaciones y accesos, además que poder tener agua y alimentos como frutas y verduras a precios accesibles.

El papel de los restaurantes de comida rápida en facilitar menús más saludables es una de las soluciones, ya que en caso contrario ese espacio lo ocuparán los puestos de venta callejeros más informales, más baratos, pero muchas veces ilegales y sin revisión, ha advertido.

Por ello, según ha asegurado, hay que lograr fomentar un diálogo entre arquitectos, planificadores, vendedores de automóviles y de bicicletas y con la industria de la alimentación.

Ha alertado, sin embargo, de plantear políticas restrictivas como las utilizadas en México para combatir la obesidad, en las que se redujeron los pesos de determinados productos, pero al costar menos los niños compraban dos, y al final ingerían más grasas y calorías, «todo un efecto boomerang».

En breve se firmará en la ONU el objetivo de desarrollo sostenible, cuyas mucha metas tienen que ver con luchar contra malnutrición, pero también con el acceso a la agricultura y la nutrición.

Ha planteado que se establezcan incentivos económicos que no sean perversos para incentivar compra de alimentos de calidad y valor nutritivo, así como la necesidad de que los consumidores cambien, que se planteen dietas saludables, hacer más ejercicio físico y que se propongan sitios de venta de comida saludable.

Para Neira, es indispensable decidir qué nivel de respuesta y ambición se quiere: ¿una política defensiva o constructiva?

En este aspecto, ha enfatizado que la industria alimentaria tiene derecho a argumentar en ese desarrollo, donde hay una oportunidad muy constructiva en la que trabajar.

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