En 2012, nos hemos quedado con los ojos como platos ante las nuevas tasas que aplican los Ayuntamientos para cobrarnos por preparar los terrenos para cultivar, mejorar nuestras acequias, poner colmenas en los huertos de cítricos o arreglar las infraestructuras que ya tenemos declaradas.  También sorprenden las modificaciones de suelo que realizan los ayuntamientos para recalificar terrenos rústicos, pese a que se vean plantadas nuestras alcachofas, habas, berenjenas u otro tipo de agroalimentos. Los políticos saben perfectamente que no son fincas preparadas para la construcción, pero así cobran impuestos más elevados, que además son injustos porque aunque los paguemos, no conceden los mismos servicios de canalización o alumbrado que hay en los núcleos urbanos.

   Por si fuera poco, estas nuevas normativas suelen ir acompañadas de la visita de los agentes de la Policía Local que nos piden licencias de obra por cambiar los tablachos de las acequias o permisos municipales para arreglar las verjas que nos han roto los ladrones. ¡Tendrán morro estos alcaldes arruinados! ¡¿Qué esperan, que perdamos una mañana yendo al Ayuntamiento y pagando tasas que no corresponden?! Hoy por hoy, debería ser considerado un delito y de los peores, no dar facilidades a los empresarios que están creando riqueza y empleo.

   Los agentes policiales no son los únicos que nos sancionan o amenazan con hacerlo. En 2013, queremos que la Comisión Nacional de la Competencia siga trabajando, pero no para penalizar a los agricultores y ganaderos. Este tribunal debería tomarse unos días para reflexionar e identificar sus verdaderos objetivos. ¿Prohibirnos reclamar precios justos y la libertad de expresión o preocuparse por garantizar el libre funcionamiento del mercado y el cumplimiento de la ley de la oferta y la demanda? El sistema está pervertido, contaminado y dominado por la gran distribución y la CNC todavía permanece ajena.

   Si lo considera oportuno la CNC, deberá centrarse en los desajustes que se producen en la cadena alimentaria, que suponen un claro abuso contra los productores y los consumidores y que ya han sido reconocidos hasta por el Parlamento Europeo. ¡No es para menos! No hay que ser demasiado espabilado para darse cuenta que un kilo de naranja no puede valer 0,11€/kg en el campo y 2,1 €/kg en el supermercado. Uno, porque se trata de un producto que no necesita ningún tipo de manipulación. Dos, porque las grandes superficies nos anuncian que sólo compran productos cercanos, por lo que no se contabilizan grandes costes en los desplazamientos. Y tres, porque el incremento que le están aplicando supera la barrera de lo que se considera excesivo. Así, no resulta de extrañar que los hipermercados se hinchen la boca informando de los beneficios anuales que acaparan. ¡Si está claro! Hasta el más tonto hoy puede hacer negocio a consta de explotar a los productores y hundir a la agricultura mediterránea.

   En 2013, entrara en vigor la Ley de Mejora del Funcionamiento de la Cadena Alimentaria, que reconoce los abusos descritos en su preámbulo. Sin embargo, se ha concretado como un avance a medias. La mano negra de la gran distribución y su máximo valedor, la CNC, parecen haber influido en el desarrollo del articulado, que contempla múltiples carencias. Uno de ellos lo encontramos en los agentes intermediarios a los que se ven sujetos muchos productos agrarios antes de llegar a la distribución. Sin embargo, no recoge ningún mecanismo para regular su manera de actuar. También obvia la implantación de herramientas que acaben con la venta a pérdidas o la banalización de ciertos productos para convertirlos en regalos. Nuestro deseo es que se incluyan estas prácticas, porque de seguir manteniéndose continuarán provocando daños irreparables a los productores. Este próximo año que entra también esperamos que venga acompañado de lluvias y dispongamos de agua, que es nuestra principal carencia.

   Hoy, podemos afirmar sin equivocarnos, que cada vez resulta más complicado dedicarse a obtener alimentos de calidad. Hoy, podemos afirmar sin remordimientos que terminamos el 2012 mucho peor de lo que lo empezamos. Los actuales gobernantes nos alientan con mensajes de cambios de tendencia. Si esperan que el país mejore, necesariamente tendrán que adoptar reformas estructurales de calado. Estamos hartos de discursos vacíos de contenido o iniciativas que quedan en una nota de prensa y una foto. Son tiempos para que los mediocres se queden en casa y dejen paso a las personas, políticos o representantes, que estén en disposición de adoptar medidas contundentes y efectivas. Hay un cambio de modelo y el sector agrario necesita unas reglas de juego equilibradas. Nuestra carta navideña dirigida al presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, recoge estas peticiones, que esperamos que lea sin indiferencia mientras se enciende un puro.

×