La organización agraria ASAJA Salamanca ha vuelto a dar la voz de alarma, este 18 de agosto, por nuevos ataques de buitres. La explotación localizada en el término municipal de Alaraz, que ya tuvo hace 10 días daños de estas rapaces, cuando dejaron dos terneros muertos, ha registrado 2 nuevas muertes, reproductora y ternero, este mismo jueves, que se encontraban en extensivo, junto a unas 400 reses.
El ganadero aclara que había “centenares de buitres” cuando llegó por la mañana y el resto del ganado “estaba asustado”. “Cuando me estaba acercando a la finca, ya vi sobrevolar muchísimos y es que se estaban comiendo al ternero y a la vaca que estaba pariendo. Es increible el número de buitres que había”, asegura. El afectado augura unas perdidas de, al menos, 2.000 euros por la muerte de las dos reses.
Desde ASAJA Salamanca se insta a la Junta de Castilla y León a que “deje de mirar para otro lado” y asuma su responsabilidad ante estos nuevos ataques de buitres; ya que los ataques de buitres se ocasionan por falta de alimentos de éstos, que aprovechan momentos de mayor debilidad en el ganado para picar en las partes blandas de los animales, provocando así su muerte.
Además, ASAJA solicita urgentemente, al igual que ocurre con los daños producidos de otro tipo de fauna salvaje, como el lobo, que la administración regional contemple un sistema de medidas économicas de resarcimiento al ganadero, tal y como ocurre en otras cuatro comunidades autonomas españolas (La Rioja, Madrid, País Vasco y Castilla la Mancha). La OPA anima a todos los afectados a denunciar estos hechos.
cabe recordar que hace doiez días este mismo ganadero de la zona de Alaraz sufría la pérdida de dos de sus terneras recién nacidas, una de ellas fue atacada recién nacida, cuando aún era indefensa, y la otra víctima sufrió el ataque con pocos días de vida, al ser aún débil.
Los buitres son aves relativamente pesadas, lentas, vagas y torpes en tierra, cualidades muy malas para un depredador. Se valen de las corrientes térmicas para planear sin el más mínimo esfuerzo con sus enormes alas de más de dos metros y medio de envergadura, y ello les permite recorrer largas distancias en busca de alimento, pero no pueden hacer veloces vuelos en picado o ágiles maniobras para caer sobre una presa. Ni siquiera tienen las uñas ni la fuerza necesarias para atrapar e inmovilizar a otro animal con sus garras. Su pico es muy fuerte, eso es incuestionable, pero está diseñado para desgarrar piel y carne y partir huesos, no para matar de forma decidida como lo hace el afilado pico de un águila. Detectan las carroñas de animales muertos desde las alturas gracias a su increíble sentido de la vista –a veces con la ayuda de sus socios en eso de comer carroña, los córvidos–, no porque huelan la sangre, como se puede leer en algún medio, ya que de hecho tienen el sentido del olfato atrofiado (una valiosa cualidad para especialistas en alimentarse de los restos malolientes y muchas veces putrefactos de animales muertos). Así que no, los buitres no cazan para conseguir comida, sencillamente porque no están capacitados para ello. Una cosa muy distinta es que puedan picar los cuartos traseros de un animal enfermo o debilitado, pero aún vivo, si éste está tendido en el suelo, inmóvil. Estos picotazos forman parte de una especie de “prueba de mortalidad” que hacen los buitres antes de abalanzarse sobre un cadáver: si el animal no reacciona porque ya no le quedan fuerzas ni para moverse, los buitres interpretan que el animal está muerto –al fin y al cabo, un animal muerto no se mueve– y que “el banquete está servido”, por mucho que el malaventurado animal, cuya muerte es ya inevitable y cuestión de tiempo, aún parpadee o respire. En muchos casos son los córvidos los que inician este ejercicio de sondeo que les permite comprobar que el animal no ofrece ninguna resistencia y que, en consecuencia, puede comenzar su consumo. Siendo estrictos, en estos casos –que son tremendamente excepcionales– es obvio que los buitres sí son la causa última que acaba con la vida de un animal ya moribundo por otras causas, pero decir que esto es un “ataque” a un animal vivo es, cuanto menos, impreciso y desacertado.
Ya osea, que le paguen al ganadero por algo que no existe