José Luis Marcos / Presidente de ASAJA-Palencia

Según el último dato de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), el mundo produjo en 2021 unos 2.300 millones de toneladas de cereales, sin contar al arroz. La participación española en esa cifra fue de 25 millones de toneladas. No hace falta decir mucho más para entender que somos una gota en el océano de la producción cerealista.

En muchas ocasiones nos llevamos las manos a la cabeza porque la producción de cereales que obtenemos es baja y creemos que la escasez debe elevar el precio. Así funcionaría  si nos limitamos a ver el mercado que conocemos, lo que tenemos más cerca, lo que vemos a diario. Pero lo cierto es que existe un mercado mundial de cereales, donde España es un país importador, con déficit de cereales, porque nuestro consumo anual ronda los 37 millones de toneladas.

Somos un actor más de ese mercado, pero de los menos importantes, a merced de los vaivenes mundiales, ya que le afectan múltiples factores, como la sequía, pero también otros ajenos a lo agronómico: guerras, costes de transporte y un largo etcétera. Siempre se habla de esas circunstancias del mercado, pero este año es una realidad que nos afecta de forma muy importante.

DEPENDENCIA PELIGROSA. Mirando fronteras adentro, la agricultura y la ganadería son sectores estratégicos para nuestro país, como pueden serlo también la energía o la pesca. La pandemia nos mostró el peligro que entraña deslocalizar producción y fiarlo todo a empresas y mano de obra de otros países. Por su parte, la guerra de Ucrania también nos ha mostrado qué ocurre cuando no generas tu propia energía en este contexto global de mercados dependientes.

Pero nadie en su sano juicio podría ya pensar que la vida de España seguiría tal cual si no produjéramos alimentos para la población y el ganado. Ocurriría algo muy sencillo: traeríamos la comida de otros países, más cara y con peor calidad. Por eso, hay que cuidar al sector primario.

Este año hemos tenido la sementera más cara de la historia y los precios han caído vertiginosamente en los últimos meses. Al principio de la campaña dijimos que la sementera se comía los primeros tres mil kilos de la producción que obtuviéramos, pero la bajada de los precios no hace sino aumentar los kilos de cosecha que necesitaría el equilibrio de la balanza económica de nuestras explotaciones.

LLUVIAS TARDÍAS. Con un año de grandes producciones, quizá podríamos salvar el año. Sin embargo, pese a estas últimas lluvias que el profano puede pensar que ha resuelto el problema de la sequía, ésta y las heladas han dado al traste con la mayor parte de la producción de nuestra provincia. Del millón de toneladas que produce de media Palencia, este año no llegaremos ni a la mitad.

Hay que ayudar al campo. Es algo urgente. Ayudar al campo es ayudar a que siga en marcha la producción agroalimentaria y garantizar su suministro estable a la población. No hay que escatimar, porque apoyar al campo equivale a sembrar. Y sembrar es indispensable para recoger. El sector está mal, muy mal. Con estos precios y rendimientos, cuando este año vayamos a vender nuestra producción, sólo podremos echar una cuenta: si hemos perdido más o menos.

 

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