Tras esto, se constituyó una colección de 70 variedades de uva (40 tintas y 30 blancas), para seleccionar las que mejor se adaptaban a las condiciones de clima y suelo de la Región. “El siguiente paso, si queríamos seguir avanzando en la mejora, era plantearse producir nuestras propias variedades y eso es lo que venimos haciendo desde finales de la década de los 90”, apuntó el director del IMIDA.
El equipo de Viticultura del IMIDA ha experimentado más de 2.000 híbridos intervarietales, de los que ya se han preseleccionado algunos y se han realizado elaboraciones en la bodega experimental.
Se pretende que las nuevas variedades respondan bien a los retos del cambio climático. Según Adrián Martínez, “si la perspectiva es que el clima va a ser cada vez más cálido, habrá que obtener variedades de ciclo más largo, que no maduren en pleno verano, porque entonces la maduración sería muy arrebatada, sino en otoño, con temperaturas un poco más suaves, que mejorarían la calidad de la uva”.
Los ensayos de los híbridos preseleccionados, realizados en fincas experimentales y de agricultores, en las principales zonas productoras de la Región, han dado resultados prometedores, según Adrián Martínez. “Tenemos un material sensible que en su día registraremos y patentaremos, pero aún es pronto para ponerlo en manos de los agricultores”. Faltan, añadió, “unos tres o cuatro años de experimentación. La uva de vino tiene que adaptarse bien al entorno, comportarse bien en campo y producir los vinos que los consumidores están demandando”.
Marcadores moleculares
El programa de mejora de uva para vinificación del IMIDA integra tanto métodos clásicos como herramientas moleculares. Según la investigadora Leonor Ruiz, los marcadores moleculares permiten diferenciar unos individuos de otros en base a las variaciones en su secuencia de ADN, es decir, en función de las diferencias en su genotipo.
En este sentido, apuntó que gracias a los trabajos de la comunidad científica que investiga en este campo, ya se dispone de un marcador molecular que permite determinar el color de las bayas antes de que la planta entre en producción y se pueda observar en campo el color de la uva.
Siguiendo esta estrategia, dentro del programa de mejora del IMIDA se ha utilizado una progenie de uva de vinificación obtenida del cruzamiento entre las variedades Monastrell y Syrah. Por un lado, la extracción de ADN de las 230 plantas que forman esta progenie y de las variedades parentales, ha permitido obtener el genotipo de las mismas para un total de 242 marcadores moleculares, así como la construcción de un mapa genético para Monastrell y otro para Syrah.
Por otro lado, se han evaluado las variaciones de los fenotipos de esta progenie durante varias campañas. El análisis estadístico de los datos genotípicos y fenotípicos ha permitido identificar, hasta el momento, regiones cromosómicas implicadas en el control de la fecha de brotación y envero, del índice de fertilidad, peso de la baya y contenido total de fenoles.
Leonor Ruiz concluyó que es importante seguir evaluando dicha progenie en distintas campañas, de manera que se puedan identificar marcadores moleculares que permitan una selección más eficaz de nuevas variedades.