Uno de los objetivos del riego deficitario es controlar el exceso de vigor y desarrollo vegetativo. Esto hace que se reduzca la competencia entre hojas y frutos, y que la planta pueda tener más recursos disponibles para usar en el crecimiento y calidad del fruto. Otro de los objetivos es controlar el tamaño de la baya, ya que un menor tamaño de ésta incrementa la relación piel/pulpa (mayor superficie respecto al volumen del fruto), lo que produce un efecto de concentración de compuesto fenólicos que es importante para la obtención de uvas y vinos de calidad.

   Según Adrián Martínez, “cuando se aplica riego deficitario moderado después de envero, cuando la uva ha cambiado de color, el estrés hídrico puede también estimular la expresión de determinados genes implicados en la producción de compuestos naturales que se van acumulando durante el proceso de maduración, principalmente en la piel de la uva”. Con ello, añadió, “se aumenta el color y su contenido en polifenoles, y finalmente se consiguen vinos con más expresión, más color, más estabilidad y mejor sabor”.

   Según el responsable autonómico, “esta técnica se aplica desde hace años con excelentes resultados en países como EEUU y Australia. Sin embargo, en la Región, donde solo el 25 por ciento del total del viñedo es regado, no se ha introducido aún”.

   El departamento de Viticultura del IMIDA inició en 2005, en una parcela experimental en Jumilla, una serie de ensayos de riego deficitario en la variedad Monastrell, utilizando un patrón muy común y vigoroso: el 1103 Paulsen. La experiencia demostró que para aplicar riego deficitario controlado es suficiente entre 1000 y 1500 metros cúbicos de agua por hectárea y año, con lo que se consiguen a su vez mejoras importantes en la calidad polifenólica de la uva y del vino Monastrell. Los resultados de estos ensayos han sido publicados en revistas científicas.

   Actualmente desarrolla un nuevo proyecto, que se prolongará hasta el año 2015, financiado por el Instituto Nacional de Investigación Agraria (INIA), en una parcela experimental en Bullas. En éste se emplean cinco portainjertos de diferente vigor y tolerancia al estrés hídrico muy utilizados actualmente en el viñedo. Según Pascual Romero, investigador del departamento de Viticultura del IMIDA, se pretende comprobar si la elección de un patrón u otro influye positivamente en mejorar la calidad de la uva y el vino mediante el empleo de diferentes técnicas como el Riego Deficitario Controlado (RDC) y el secado parcial de las raíces (PRD).

Secado parcial de raíces

   Otra de las técnicas empleadas en este nuevo proyecto es el secado parcial de raíces, conocida por sus siglas en inglés, PRD. Consiste en aplicar el riego a una parte del sistema radicular y la otra dejarla seca para, al cabo de un tiempo (normalmente unas dos semanas), hacer la operación a la inversa: regar la parte seca y dejar secar la parte que se había regado con anterioridad. Esta operación de alternancia del riego en las dos partes del sistema radicular se aplica en el viñedo normalmente durante todo el ciclo del cultivo (abril-octubre).

   Pascual Romero señaló que los estudiosos de esta técnica comprobaron que las raíces que se están secando producen ciertas hormonas, como el ácido abscísico, que hace que la planta transpire menos y consuma menos agua, al mismo tiempo que puede estimular también el desarrollo del sistema radicular. Esta técnica está siendo investigada en numerosos cultivos de todo el mundo desde hace varios años con resultados prometedores.

    El IMIDA ha realizado ensayos para comparar el riego deficitario convencional con esta otra técnica y han comprobado mejoras en el crecimiento y en la calidad del fruto al aplicar esta última.

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