EFE.- Acaba ahora el proyecto Life+ Reneix, dotado con 1,5 millones de euros financiados al 50 por ciento por la Unión Europea y el Consell Insular de Menorca, que ha centrado su trabajo en la restauración de cinco Lugares de Importancia Comunitaria (LIC) y Zonas de Especial Conservación para las Aves (ZEPA) de la Red europea Natura 2000 que albergan algunos endemismos vegetales y plantas «muy raras» por su distribución restringida.
Lugares que habían sufrido durante décadas un lento proceso de degradación como consecuencia de la presión urbanística (urbanizaciones abandonadas a medio construir o campos de fútbol alegales sobre una duna) o a causa del abandono (como el del histórico camino que une Ciudadela y Mahón desde hace más de 400 años).
La directora del proyecto, la ambientóloga Irene Estaún, ha subrayado el éxito del proyecto (los cinco lugares están plenamente restaurados) y la trascendencia internacional que van a tener sus resultados, ya que las actuaciones se han centrado en espacios muy diferentes entre sí: sistemas dunares, hábitats rocosos del litoral o caminos o ecosistemas interiores.
Estaún ha valorado -en declaraciones a EFE- el giro que a su juicio se ha producido en la isla, y que en la actualidad todos los sectores, incluido el turístico, hayan entendido que «su negocio y su supervivencia» depende de la calidad de los recursos naturales «sobre los que estamos instalados».
La directora de este proyecto ha incidido además en que la Red Natura 2000 no despierta reticencias entre la población menorquina; «la gente lo ve como un valor, como un reconocimiento, y es algo muy positivo», ha apuntado Estaún, y ha celebrado que los ciudadanos de la isla hayan entendido que éste «es un patrimonio de todos, y que Menorca tiene ecosistemas y especies que son únicas en el mundo, y que sólo por eso hay que conservarlo».
Sobre los espacios restaurados han vuelto a florecer especies endémicas de la isla; la biodiversidad se ha enriquecido. Pero además, han surgido iniciativas relacionadas con la naturaleza y el turismo (senderismo, rutas en bicicleta, a caballo o itinerarios botánicos) y han nacido nuevas empresas enfocadas a esas actividades y a las nuevas formas de turismo relacionadas con los recursos naturales.
Esas iniciativas, y las actividades directamente relacionadas con los recursos naturales, están además contribuyendo a desestacionalizar el turismo, uno de los retos a los que la isla trata de hacer frente desde hace décadas.
Las zonas restauradas han sido las de Binimel-Lá-Cala Mica y As-Locs (en las que iniciaron urbanizaciones en los años setenta que fueron interrumpidas y abandonadas); El Pilar (un sistema dunar muy vulnerable a la presencia humana masiva); Sa Mesquida-Es Murtar (un sistema dunar en el que crece una especie única en el mundo pero sobre el que se construyó un campo de fútbol); y el Pas D’en Revull (sobre el antiguo camino real que unía Ciudadela y Mahón).
En todas las zonas se localizan varios endemismos, algunos de ellos muy raros y exclusivos de Menorca y amenazados de extinción (como la vicia bifoliolata), especies vegetales que han vuelto a brotar y cuya presencia volverá a poner en valor un paisaje que se ha convertido en una de las señas de identidad de la isla.
Irene Estaún ha explicado a EFE que, además de las labores de restauración y recuperación de los hábitat, se han intensificado durante estos años las tareas de sensibilización para implicar a la población en la importancia y necesidad de cuidar los recursos naturales.
«Si no consigues llegar a la población y que comprenda lo importante que es esa biodiversidad, el esfuerzo es en vano», ha señalado la ambientóloga, que se ha mostrado convencida de que el esfuerzo ha merecido la pena, de que la Red Natura 2000 no desata reticencias en la isla, y de que todos los sectores han comprendido la importancia de conservar la calidad de sus recursos naturales.
Pero está también convencida de que esa red de espacios y su regulación no supone un freno para el desarrollo de Menorca y sí una nueva oportunidad, una oportunidad que ampara el interés de nuevos turistas, pero sobre todo el interés de los propios menorquines por conocer y valorar los recursos naturales sobre los que viven.