Siguiendo el ejemplo de Estados Unidos, las grandes compañías adoptaron sistemas propios de seguridad y, desde 2012, la norma IFS FOOD incluye requisitos obligatorios para las empresas alimentarias que quieran contar con este sello de calidad, que es voluntario.

     En la jornada se expondrá a los participantes las pautas que deben seguirse para garantizar la seguridad en las plantas productivas, cómo identificar las áreas críticas, implantar controles en las instalaciones o detectar posibles adulteraciones y el protocolo de actuación en estos casos.

    Según Pérez, lo más importante en estos casos de bioterrorismo es el factor humano, ya que "siempre es una persona la que va a hacer daño, a diferencia de otros peligros accidentales".

    Por ello, ha añadido, hay que controlar el personal que accede a las plantas, como las visitas, transportistas que puedan aprovechar el reparto para entrar o incluso trabajadores insatisfechos que quieran causar daño a la empresa.

    El curso, que celebra su tercera edición en Madrid, detalla cómo realizar un estudio de vulnerabilidad adaptado a cada empresa, que identifique en qué áreas son necesarios mayores controles, que pueden ir desde la instalación de cámaras a la vigilancia jurada.

Pocos casos en Europa, pero mejor estar preparados


    Pérez también ha hecho hincapié en la necesidad de formar al personal, porque "son ellos los que pueden avisar si detectan algún comportamiento sospechoso".

    Entre los casos registrados en el pasado, ha recordado, figuran acciones de grupos terroristas, actuaciones de sectas religiosas -como una intoxicación de ensaladas con salmonella en 1984 en Oregón-, o de criminales buscando chantajear a la empresa, como sucedió en 1996 en Alemania.

    En Europa, ha indicado, más que casos de "terrorismo a gran escala" se han producido acciones "puntuales".

    No obstante, ha insistido en la importancia de la prevención: "piensa en lo mejor, pero prepárate para lo peor".

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