Han visitado los principales valles vinícolas chilenos, la provincia argentina de Mendoza y el estado mexicano de Baja California, donde se concentra la elaboración de vino en ese país. En total han catado unos 1.200 vinos. Los que obtengan entre 90 y 100 puntos en el método Parker, el baremo más utilizado para calificar vinos, aparecerán en la ‘Guía Peñín de los mejores vinos de Argentina, Chile, España y México’, que se publicará este año.

     Sentados en una mesa en un restaurante santiaguino, rodeados de botellas descorchadas, copas de cristal, un ordenador y una escupidera, los dos expertos explican su metodología. "Viajamos a las zonas de producción, pero nunca catamos en las bodegas, sino en un lugar independiente y objetivo", señala González.

     Conocer de primera mano el hábitat en el que crece la uva y se produce el vino es fundamental para entender el producto final. "El vino depende del geoclima, que es el tipo de suelo y el clima en el que están los viñedos. Eso hace la diferencia entre los vinos", explica el director de la guía.

     El otro factor que ayuda a forjar el carácter de un vino es el tipo de uva. El clima, la tierra y la variedad de uva se conjugan para dar identidad a los caldos que se producen en los viñedos de cada país.

    En España, explica González, el vino es "multirracial" gracias a la variedad de climas y a la orografía del país. Por eso, incide mucho más la zona de producción que la variedad de uva.

Elogios a los caldos chilenos


     Con los vinos chilenos ocurre lo contrario. A pesar de que hay diferentes valles y cada uno tiene sus particularidades, los climas en Chile son muy marcados y el elemento diferencial llega con el tipo de uva.

     Los expertos de la Guía Peñín han probado en Chile unos 350 vinos. Y las conclusiones han sido buenas, ya que el 80 % superan los 90 puntos y aparecerán en la guía. "Son vinos muy equilibrados, con un buen balance entre la fruta y la madera", dice González.

     Una mención especial merecen los tintos elaborados con carménère, una cepa originaria de la región francesa de Burdeos que en 1860 fue arrasada por una plaga y se redescubrió en Chile a fines del siglo XX.

    Desde entonces se ha convertido en la variedad chilena más emblemática. "Es una cepa más chilena que francesa. Además en Francia es difícil encontrar vinos que sean cien por cien carménère", apunta el director de la Guía Peñín.

     En su opinión, los productores chilenos deben apostar firmemente por esta cepa para posicionarla en el mapa vitivinícola internacional.

     "En Chile hay grandes cabernet sauvignon y merlot, pero no son diferentes. La diferenciación es lo que hará que en un mercado internacional el consumidor vaya a un vino chileno, y no a un francés o un argentino", comenta.

Equilibrio en Argentina y México


     En Argentina cataron unos 450 vinos, principalmente en la provincia de Mendoza, de los cuales cerca de 275 se incluirán en la guía.

     González considera que son vinos maduros y frutales, aunque con un cierto exceso de roble, una característica que adquieren en la fase de crianza en las barricas.

     Destaca la calidad de los malbec, de origen francés pero que se ha convertido en "la hija adoptiva" de Argentina, y del torrontés, que se produce en zonas altas de la provincia de San Juan, cerca de la cordillera de los Andes.

    Y en México, las catas se centraron en el estado de Baja California, en el extremo noroeste del país, donde se elabora más del 90% del vino mexicano.

     La característica más peculiar de estos vinos, explica González, es su salinidad. La uva crece en una zona desértica pegada al mar en la que llueve muy poco. Las vides absorben la sal del subsuelo y eso le da al vino un regusto salado y una frescura muy particular.

     En un momento como el actual, en que se conocen todas las cepas existentes y se hacen todo tipo de ensamblajes, la enología sigue evolucionando, pero, ¿hacia dónde van las nuevas tendencias?

     Según González, a mejorar la relación calidad-precio de los vinos y a apostar por caldos frescos y ligeros, que se tomen con facilidad.

     "Las modas que ha habido estos años de exceso de madera, de envejecimiento en barrica y añadir matices tostados al vino, están pasando", explica. "La tendencia ahora es buscar un vino equilibrado, con matices frutales y facilidad de consumo. Que te puedas beber una botella entre dos personas y te lleves un buen sabor", añade.

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