ASAJA ha mantenido varias reuniones con los responsables del Ministerio de Industria a quienes les ha trasladado las opciones que plantea el sector para contener la factura y que pasan por el establecimiento de una tarifa eléctrica basada en el carácter estacional de la agricultura de regadío, en la que se facture por la potencia real utilizada y no por la potencia teórica contratada, para evitar pagar todo el año aunque no se riegue; para ello debe permitirse realizar dos modificaciones de la potencia contratada en el plazo de 12 meses, deben permitirse los contratos de temporada (de forma flexible, sin penalizaciones), debe modificarse la normativa y la regulación de producción de energía distribuida (autoconsumo) eliminando los costes de implementación o peajes y debería aplicarse  un IVA reducido y la exención del impuesto de electricidad a los agricultores.

Propuesta de movilizaciones en toda España

     Si en las próximas semanas los responsables del Ministerio de Industria no ofrecen una solución satisfactoria para este sector y faltan a su compromiso con los agricultores, ASAJA-Andalucía retomará las movilizaciones en nuestra región e instará a que desde ASAJA nacional se convoque a todas las regiones afectadas para extender las movilizaciones a toda España como ya ocurrió el pasado febrero.  ASAJA-Andalucía destaca en una nota que "no parará hasta que los agricultores de regadío no cuenten con una normativa publicada en el BOE que garantice la continuidad de sus explotaciones".
    
      En este sentido, recuerda que la energía, cuyo peso era residual en el campo, es tras la mano de obra, el coste más elevado de las explotaciones. La factura eléctrica del regadío se ha incrementado en un 1.000%  en cinco años y supone hoy más del 40% de los costes totales de una explotación de riego, lo que convierte en inviable al sistema agrícola que más producción, más empleo y más movimiento económico genera en todo el mundo rural. En Andalucía el regadío, que ocupa sólo el 25% de la Superficie Agraria Útil, aporta más de 6.500 millones de euros (el 65% de la producción final agraria), genera el 64% del empleo agrario de la comunidad y el 14% de todo el empleo regional.

La nueva campaña de riego se ha iniciado sin una respuesta de Industria

    Tras las manifestaciones del pasado mes de febrero que movilizaron a miles de  agricultores de regadío de Aragón, Valencia, Castilla-La Mancha, Extremadura y Andalucía, el Ministerio de Industria retomó los contactos con el sector y se comprometió a buscar una solución que tuviera en cuenta el carácter estacional del regadío, sin embargo, y cuando ya estamos plenamente embarcados en una nueva campaña de riego, la prometida solución sigue sin llegar.

     La continuidad del regadío depende directa y proporcionalmente de la contención de la factura eléctrica. El gran esfuerzo modernizador emprendido por los agricultores para reducir el consumo de agua los ha hecho aún más dependientes de la energía eléctrica.

Esta situación afecta a las campañas y los precios

   En concreto, los agricultores andaluces han invertido más de 2.000 millones de euros en modernizar sus regadíos, lo que ha permitido reducir el agua consumida entre un 30 un 50%, pero esta optimización del agua  conlleva un incremento del consumo energético superior al inicialmente previsto tras la desaparición de las tarifas especiales de riego en 2008 y tras el incumplimiento de la promesa de un contrato de temporada.

     La situación es tremendamente delicada. La pérdida de competitividad del sector, derivada fundamentalmente del sobrecoste de la factura eléctrica, ha sido brutal y el margen de los agricultores de regadío es muy escaso.

     De hecho, en  la pasada campaña la bajada en el precio en origen de algunos cultivos de regadío como el maíz tuvo consecuencias desastrosas, dejó a miles de explotaciones con un saldo negativo. Los costes superaron a los ingresos, lo que ha provocado una reducción de la superficie de este cultivo en la presente campaña e incluso, en algunos casos, los agricultores han optado por cancelar sus contratos con las compañías eléctricas y dedicar sus tierras a cultivos de secano, que generan mucha menos mano de obra.

    

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