José Manuel de las Heras / Coordinador estatal de Unión de Uniones de Agricultores
Hace unas semanas salía publicada la confirmación de la noticia que ya se venía anunciando: la gran empresa de compra online y distribución Armazón vende ya productos frescos en España y, más, supera a otras cadenas de supermercados en los plazos de entrega. En 1 hora todos podremos tener ya nuestro kilo de manzanas o peras llamando al timbre de nuestra casa.
En un contexto en el que cada vez prima más la inmediatez y la comodidad, Amazon, parece, adelanta por la derecha a los establecimientos tradicionales en la entrega de sus productos adquiridos online e innova además: ya en Londres pondrán a prueba entregas de pedidos a través de drones.
A nosotros nos gustaría pensar que los amazonianos o sus drones vienen a nuestros campos a elegir la mejor calidad que ofrecer a sus clientes y, además, nos gustaría pensar que no sólo nos dan las gracias.
También hace poco leíamos que Coca Cola tiene pensado meterse en el negocio de la leche con su marca Fairlife que ya distribuye en Estados Unidos, mientras que Mac Donalds sigue potenciando el consumo de manzanas en lugar de patatas fritas, muchas veces ligadas a temas de obesidad infantil.
Bien. Este es el panorama de los grandes gigantes que han decidido entrar pisando fuerte en el gran negocio agroalimentario. Si se posicionan tan decididamente significa que es un sector con gran potencial, del que poder sacar un gran beneficio. Ya lo veníamos diciendo nosotros hace tiempo. Es tan importante como que tenemos la mala costumbre de comer todos los días, no una ni dos veces, sino hasta cinco.
Si pensamos que durante 2015 el gasto destinado a alimentación en España dentro del hogar fue de 67.043 millones de euros y fuera de otros 31.994 adicionales, la cosa pinta muy bien. Creo firmemente que estamos en el mejor sector que podíamos estar, pero junto a esto nos viene a la cabeza un interrogante, casi una pregunta retórica que nos acecha a todos cuando suena el despertador antes del amanecer: ¿por qué este gran negocio no trae también beneficios al agricultor?
Pongamos un ejemplo: algo tan básico en nuestra alimentación como es la leche (líquida y derivados lácteos). En 2015 la industria, tras mal pagar unos 2 mil millones a los ganaderos españoles por la leche e importar productos por valor otros seiscientos millones(*) para terminar de abastecer el mercado español, acabó cobrando a los consumidores por esos productos casi 9 mil millones de euros en 2015. ¿Hay o no hay negocio?.
Si los beneficios de las empresas compradoras no dejan de crecer ¿por qué entonces en el mismo año casi mil explotaciones agrarias de vacuno de leche cerraron arruinadas y otras están al borde del cierre? Nosotros creemos que hay suficiente valor económico en la mayor parte de los productos para que todos salgamos beneficiados, sin perjudicar a los consumidores.
Por otro lado, además, hay una clara tendencia a la alimentación saludable que, en la teoría, va muy unida a los productos de calidad y deberían tenderse puentes entre el consumidor final y el productor, impulsados por un nuevo consumidor más consciente, más responsable; en cierta medida, un consumidor más despierto.
Sin embargo, en esta supuesta fiesta a la que todos se apuntan, los de siempre, los de antes, los de ahora y los gigantes económicos, parece que hay tarta para todos excepto para el cumpleañero: los productores.
No hay que olvidar que para hacer un negocio sostenible en el tiempo, aparte de cuidar nuestro planeta y evitar, en lo posible, que el cambio climático no incida en nuestro modelo de vida, nuestra forma de producir y el cultivo de nuestros alimentos, tiene que existir un equilibrio entre todas las partes que entran en juego… y no es cuestión de seguir insistiendo en los desequilibrios de la cadena alimentaria. Este hecho, a quien más y a quien menos, ya le ha calado hace tiempo.
Es más una reflexión sobre los gigantes agroalimentarios que se nutren – nunca mejor dicho – de grandes márgenes y que esos nuevos consumidores aún no saben, realmente, todo el gran negocio que hay detrás de lo que compran. Probablemente Amazon haya dado el pistoletazo de salida a la carrera que tendrán que apuntarse los demás distribuidores si no quieren quedarse atrás, pero no les vamos a dar pistas.
Está claro que la situación de los productores no se resuelve sola. Unos y otros han de tomar responsabilidades, nosotros también, claro. Un mayor y mejor funcionamiento de cooperativas podría contribuir a la solución que pasa por un mayor esfuerzo comercializador y firmeza, sin ceder a las presiones abusivas de la industria y distribución; pero también unas interprofesionales bien constituidas y menos decorativas y que vigilen que las grandes campañas de consumo no beneficien sólo a la industria y distribución, unas OPAS menos ensimismadas…en fin.
Nosotros, que tampoco somos perfectos, pero sí testarudos/constantes, seguiremos trabajando para que un día vengan los amazonianos o sus drones a visitarnos y darles para el consumidor la mayor calidad y variedad y consigamos seguir alimentando cinco veces al día a las familias. A cambio sólo pediremos el reconocimiento social por un trabajo digno y un precio justo.
(*) Importe aproximado del balance de importaciones exportaciones de leche y derivados en 2015 según datos de la Agencia Tributaria.