Donaciano Dujo / Presidente de ASAJA Castilla y León
Bien sabe el agricultor que las cosas no son como empiezan, sino como terminan. Y esta campaña ha sido desde luego todo un ejemplo de ello. No pudo plantearse peor, porque tras una cosecha catastrófica la sequía siguió haciendo estragos en otoño e invierno. El pesimismo era total, tanto para el secano como para el regadío y la ganadería, con un campo esquilmado. Pero a las puertas de la primavera las nieves y después las lluvias cayeron de manera intensa y generalizada en Castilla y León, recargaron nuestros pantanos y los campos y los pastos comenzaron a crecer.
Para remate la abundancia de lluvias en torno a San Isidro y hasta casi entrado julio hizo que con carácter general haya habido una buena cosecha en Castilla y León, de unos siete millones de toneladas, con abundancia de pastos para ganaderos y unas reservas de agua que han permitido afrontar con normalidad la campaña de riego.
No, no se puede contar cómo ha sido una campaña agrícola hasta el final, hasta que el cereal está en el granero. Y lo mismo que en las producciones ocurre con los precios. Cuando se inició la recolección en el sur de España, y a medida que avanzaban las cosechadoras hacia el centro y norte de nuestro país, los precios se desplomaron, algo inexplicable, cuando ya por entonces se vaticinaba que 2018 iba a ser el primero de los últimos años en el que la producción mundial iba a ser inferior al consumo. En países europeos cercanos y competidores, la sequía apuntaba ya una mala cosecha por culpa de la sequía. Pero los intermediarios de aquí se escudaban en las previsiones al alza de la producción en la meseta para ofrecer precios ridículos. Una presión ante la que por fortuna han resistido los agricultores profesionales, que teníamos muy reciente el año 2017, cuando a pesar de la pésima cosecha, con un mercado nacional desabastecido, no subieron los precios del cereal de forma importante. Hace ya mucho tiempo que los mercados están globalizados y los precios atienden a la producción mundial, no a la nuestra.
Ya pasaron los tiempos en los que el intermediario acorralaba al agricultor, que se sentía obligado a aceptar el precio que le ofreciera. Ahora estamos más organizados e informados. Desde ASAJA Castilla y León fuimos los primeros en dar la voz de alarma y denunciar que no existían motivos para apresurarse a vender el cereal, menos cuando los compradores intentaban aprovecharse de la confusión del comienzo de campaña para, bien por precipitación o bien por necesidad económica, el agricultor aceptaba un precio injustificadamente bajo.
Bien es cierto que la costumbre del agricultor profesional es dedicar julio y agosto a recoger el grano y la paja y, ya en otoño o incluso pasado el invierno, cerrar ventas. Dentro de lo que es el abanico agrario de esta Comunidad, de las cerca de 60.000 explotaciones existentes, unas 45.000 son de profesionales y otras 15.000 de jubilados o agricultores a tiempo parcial, que son los que suelen tener más prisa por vender lo que, aun sin intención, hace que los precios bajen en las primeras semanas de operaciones de venta.
Nada más lejos de nuestra intención que propiciar desabastecimiento, y menos perjudicar al sector ganadero, como retorcidamente proclamaron algunos fabricantes de piensos, que solo querían comprar cereal a precios indecentes y asegurarse su ganancia. Estoy seguro de que no han logrado engañar a nuestros ganaderos, que la mayoría son también agricultores y saben que lo que pedimos es que todos los sectores ganen un margen justo en ningún caso abusivo. Según avanzan las semanas la tendencia es que los mercados se estabilicen. Los mercados de futuros internacionales marcan cotizaciones por encima de los 200 euros tonelada, y esa es la tendencia, puesto que no olvidemos que España es deficitaria en cereal y que cuando se acaba lo de aquí hay que recurrir a producto importado, al que hay que sumar el coste de transporte, y el gasóleo también está al alza.
Lo que ha quedado claro también esta cosecha 2018 es que hoy no es tan fácil como antes amedrentar a los agricultores. Tenemos acceso directo y a tiempo real a la información y precios de los mercados mundiales, y todos tenemos en el bolsillo un teléfono móvil a través del que ASAJA nos cuenta lo que algunos no quieren que se sepa. Informados y bien organizados somos más fuertes.