En 2008, el precio del trigo y del maíz se duplicó y el del arroz se triplicó, debido a las malas cosechas, al incremento del precio del aceite y a la decisión de EEUU de producir etanol en vez de maíz.

     En respuesta a ese encarecimiento, algunos países tradicionalmente importadores de cereales, como México y Egipto, decidieron invertir en la producción propia, con ayuda de financiación internacional para fomentar la agricultura y el desarrollo rural.

     "Los granjeros de los países en vías de desarrollo finalmente reaccionaron a la montaña rusa de los precios de los cereales. Esto creará una nueva norma: precios más altos que los que existían antes de 2008, pero más bajos que los que se habían visto recientemente", señala el estudio.

     "Para algunos países como Egipto y México será un alivio, pues son importadores de grano y tienen mucha población pobre", añade.

     Las zonas tradicionalmente exportadoras de cereales -Norteamérica, Europa, los países de la antigua Unión Soviética y la región suroeste de Oceanía- no han sido las responsables del incremento de la producción de cereales, que se ha duplicado desde 2008, sino que el ascenso se ha producido en áreas en desarrollo.

     Desde 2008, los países de Asia Oriental han producido cien millones de toneladas, el 42%, los subsaharianos aportaron 24 millones de toneladas, el triple de lo que habían producido en el mismo periodo de tiempo antes de 2008, y los latinoamericanos -liderados por México- 38 millones de toneladas, 23 millones más que en el mismo periodo hasta 2008.

     El alza en su producción se debe, según el informe, a la reacción de los agricultores a los elevados precios y a la inversión internacional de 22.000 millones de dólares (16.000 millones de euros) acordada en la cumbre del G8 de julio de L’Aquila (Italia) en 2009 para "fomentar la agricultura, el desarrollo rural, la seguridad alimenticia y la nutrición".

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