Las 36.000 hectáreas de invernaderos solares dedicados al cultivo de hortalizas y frutas en Almería y Granada generan el 24,8% del empleo agrícola andaluz, según un estudio realizado bajo el paraguas del programa europeo Cutesolar, impulsado por las organizaciones Aproa, Hortiespaña y Eucofel.
El informe «Radiografía del empleo en los invernaderos solares» arroja que la producción agrícola bajo plásticos en ambas provincias da trabajo a 110.000 personas, de las que 78.000 son empleados de explotaciones agrarias, 24.000 de comercializadoras y 8.000 de empresas agrícolas auxiliares.
En un comunicado, fuentes de Cutesolar han resaltado este viernes que la población inmigrante supone un «motor fundamental» de esta actividad y representa el 65 % de los empleos directos, y que son mujeres el 71 % del personal de las empresas comercializadoras y el 30 % del que trabaja en fincas.
Entre sus conclusiones, el estudio destaca la capacidad de esta actividad para generar empleo estable, ya que en la actualidad el 68 % de los empleados -unos 78.000 trabajadores- cuentan con contratos fijos.
MODELO DE AGRICULTURA FAMILIAR
En contra de lo que se suele pensar, la superficie invernada en estas provincias no se corresponde con la imagen de grandes latifundios, sino que su propiedad está en manos de pequeñas estructuras familiares que contribuyen a generar una actividad económica cohesionada que fomenta el emprendimiento, la cooperación, la igualdad y el compromiso de preservar los recursos naturales y el medio ambiente. En concreto, las 36.000 hectáreas invernadas están gestionadas por 14.500 familias, con una media de 2,3 hectáreas de tierra por empresa familiar.
El entorno empresarial elegido por los propietarios se basa bien en un sistema asociativo o cooperativo (sociedades cooperativas y sociedades agrarias de transformación, SAT), bien en empresas de comercialización local (como alhóndigas o subastas). Actualmente el 62% de la comercialización de frutas y hortalizas en Almería se realiza mediante entidades de economía social. Ambos modelos de comercialización garantizan el acceso al mercado en condiciones óptimas porque mejoran su posición dentro de la cadena de suministro, facilitan la financiación, el asesoramiento técnico y el acceso a la tecnología.
Las empresas familiares han sido determinantes para convertir a este sector en un referente mundial en la producción de cultivos. A diferencia de otros sectores agrarios europeos, en los que el soporte de la PAC tiene un papel muy relevante –como cereales, lácteos o vacuno-, la horticultura de invernadero se ha venido desarrollando gracias a la inversión y el capital familiar, con escasos o nulos subsidios. De hecho, en Almería y Granada, las Organizaciones de Productores reciben un 1,6% de subvenciones sobre la Renta Agraria, frente al 16,3 de Andalucía o el 21% nacional.
Estima la producción media anual en 4,5 millones de toneladas de hortalizas, que principalmente se centra en tomate, pimiento, calabacín, pepino y berenjenas, e informa de que para su cultivo cuentan con «escasos o nulos subsidios» o ayudas de la Política Agrícola Común (PAC).
Cerca del 75 % de la producción se destina a la exportación, con Alemania como primer país receptor, seguido de Francia, Reino Unido y Países Bajos, según el informe de Cutesolar.