EFE- ¿Hablar de la sostenibilidad de la caza es una contradicción? Para el biólogo Manel Puigcerver, la caza sostenible, cuando la población de animales no disminuye, no sólo es posible sino deseable, aunque reconoce que una actividad cinegética excesiva sumada a una pérdida de hábitat puede ser nefasta para una especie.

Puigcerver es el presidente de la International Union of Game Biologists (IUGB) que estos días reúne en Barcelona a cerca de 400 expertos de cuarenta países en la XXX edición del congreso de este organismo donde debatirán sobre los conflictos entre actividades humanas y la fauna salvaje y las políticas de recuperación de especies animales.

"Durante muchos años nos hemos dedicado a hacer un catálogo de desgracias, situaciones desfavorables para las especies que se cazaban, pero actualmente hay un conocimiento de las mismas que permiten realizar una gestión más racional y aportar posibles soluciones para llegar a un punto que aunque es fácil de decir, resulta complicado de lograr: la caza sostenible", indica Puigcerver a Efe.

Desde mediados de los años cincuenta, la IUGB ha reunido bianualmente a grupos de biólogos de campo, científicos forestales, veterinarios, cazadores, y otros profesionales interesados en la actividad cinegética y en la biología de la fauna para aproximar puntos de vista, a priori, enfrentados.

Uno de los objetivos de esta cita, explican los organizadores, es precisamente crear un "puente" entre los científicos, los encargados de la gestión de la fauna, la administración, los aficionados a la caza y los responsables de la gestión de la vida silvestre.

Unas relaciones que en España, señala Puigcerver, a veces no son tan fluidas como correspondería si se compara, por ejemplo, con Francia, donde la colaboración entre la comunidad científica y el mundo cinegético está más avanzado.

"La caza puede gustar o no pero es una actividad legalmente reconocida. Hay que intentar que gracias a un mayor conocimiento de la biología y la historia natural de las especies se regule de forma que resulte lo menos perjudicial posible" e incluso con beneficios, añade este doctor en Biología.

En este sentido, expone Puigcerver, hay especies que se han sobreprotegido, lo que ha provocado que se dispare su número de ejemplares por encima de lo biológicamente recomendable. Un caso paradigmático es el del jabalí en la Sierra de Collserola de Barcelona, que ha hecho que muchos de estos animales, sin predadores naturales, invadan las calles de la zona alta de la ciudad, generando cierta alarma entre la población.

En el congreso que comienza hoy y se prolongará hasta el día 9, el doctor Peter Walsh, del programa VaccinApe de EEUU, dará a conocer un trabajo en el que explica como paradójicamente una actividad "mal vista socialmente" en muchos casos, como la caza, puede ayudar a proteger a una especie tan emblemática como la de los gorilas del Congo frente al temido virus del ébola, que redujo en un 80 por ciento la población de estos grandes simios.

Una caza "bien llevada" -explica Puigcerver- reduce el riesgo de infección, ya que evita la existencia de grandes grupos de gorilas "que es el caldo de cultivo ideal para que el virus se expanda mucho".

Cuando se produce una disminución drástica de una especie cinegética no es sólo atribuible a la caza, sino que pueden influir varios factores, habitualmente una modificación del hábitat por algunas actividad humana (especialmente urbanística, agraria o industrial) como ocurre con la perdiz roja, que si ha logrado mantenerse ha sido gracia a las repoblaciones.

Uno de los retos de la comunidad científica es poder lograr una colaboración internacional para proteger determinadas especies migratorias, cuya gestión, al no ser poblaciones sedentarias y por tanto correspondientes a un país concreto, deberían tener un marco de protección y control transfronterizo.

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