EFE.- Así se desprende del informe de un grupo de investigadores que participan en el proyecto CypFire, coordinado por el Istituto per la Protezione delle Piante (IPP) de Florencia, centro de referencia del ciprés, en el que participan nueve países (Portugal, España, Francia, Italia, Grecia, Malta, Turquía, Túnez e Israel).
El ejemplo de Andilla
Tras el incendio del pasado verano en Andilla (Valencia), el equipo de expertos tomó muestras de la parcela de cipreses, de unos 10.000 metros cuadrados de superficie, que sobrevivió al fuego y que la empresa pública Imelsa de la Diputación provincial explota como campo experimental en este municipio.
"Solo un 1,27 por ciento de los ejemplares de cipreses ardió, mientras que los árboles de otras especies de alrededor de la parcela resultaron calcinados", explica a Efe el responsable del departamento de Árboles Monumentales de Imelsa, Bernabé Moya, que participa también en el proyecto internacional.
Era la primera ocasión en la que se probaba, en campo, la reacción de ejemplares de diversas variedades de cipreses, adultos y de gran altura (nueve metros) ante un fuego de la contundencia como el registrado en Andilla.
Como curiosidad, Moya señala que el único árbol que ardió fue un pino, de unos doce metros de altura, ubicado en el centro de la parcela.
"A raíz de este incendio incrementamos los estudios en laboratorio", explica el investigador, y se incorporó al Instituto Nacional de Investigación y Tecnología Agraria y Alimentación (INIA) y al Instituto Valenciano de Investigaciones Agrarias (IVIA).
Cortavientos
Los resultados preliminares demuestran, según Moya, que los cipreses que sobrevivieron al incendio de Andilla tienen menor inflamabilidad, ya que el tiempo de ignición es más largo que en otras especies mediterráneas por su alto porcentaje de agua.
Ahora bien, puntualiza, se trata de cipreses que crecen de forma libre, que no se podan y que tienen la rama de la variedad horizontal.
Estos ejemplares crean una pantalla "cortavientos" y no generan ramas secas, "lo que posibilita que no haya combustible seco y ayuda a que se propague más lentamente el fuego", añade el investigador.
Para Moya es importante distinguir estos ejemplares de los utilizados en las vallas de seto, habituales en las urbanizaciones, que se recortan y podan y que sí que producen ramas secas en su interior.
En estos casos aconseja a los propietarios que abran los setos y los limpien de todo el material que puede actuar como "combustible seco".
Crea pantallas
Respecto a la utilidad del ciprés en la prevención de incendios, Moya considera que puede ser un "instrumento más" y ayudar a reducir el avance del fuego en zonas periurbanas, más sensibles y donde habitualmente se producen los focos. También pueden contribuir a separar zonas agrícolas o crear pantallas en áreas urbanas.
El ciprés mediterráneo, introducido en España hace 2.000 años, se adapta muy bien a zonas áridas y secas, y su comportamiento "no es invasivo", explica Moya.
Imelsa continuará sus investigaciones en laboratorio y mantendrá la reserva de genotipos de Andilla, y apuesta además por continuar investigando sobre estas especies arbóreas y poner en funcionamiento nuevos campos experimentales.
Los informes preliminares de la parcela experimental de Andilla tras el incendio han sido presentados en el IPP de Florencia, coordinador científico del proyecto CypFire.