Los productores españoles de arroz entran en la recta final de una campaña anómala por el clima de la primavera y el verano -que retrasaron las cosechas- e ingresos ajustados por un incremento de los costes de producción y la competencia de las importaciones, lo que deja a los arroceros nacionales en una situación difícil.
«La campaña ha ido con retraso», según han declarado a Efeagro fuentes de las organizaciones agrarias y las cooperativas, porque las lluvias retrasaron la siembra en primavera y las segundas «resiembras».
Se prevé cierta bajada del volumen cosechado respecto a 2015, pero aún no hay datos definitivos
El atraso se ha notado más en arrozales de Andalucía, Extremadura y parte de Aragón, pues el calendario de Cataluña y la Comunidad Valenciana ha sido más parecido al del año pasado.
Asimismo, el sector productor prevé cierta bajada del volumen cosechado respecto a 2015, año extraordinario en cuanto a producción, pero aún no hay datos definitivos.
España produjo 842.500 toneladas de arroz en 2015, cultivadas en 109.500 hectáreas; este año, la superficie se ha reducido en cien hectáreas, hasta las 109.400, según datos del Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente.
El presidente del sector del arroz de Cooperativas Agroalimentarias, Manuel Rodríguez, ha subrayado que este año podría haber «bajadas de cosecha importantes», entre el 10% y el 15%, según los datos provisionales.
Según Rodríguez, en 2016 ha habido «más incidencias climáticas que otros años», a las que se ha unido un verano «extremadamente caluroso y «falsas polinizaciones»; estas anomalías han provocado más enfermedades y la necesidad de aplicar más tratamientos, lo que eleva los costes de cultivo.
La presión de las importaciones llegan ya a los arroces en «pequeños formatos» que van directamente al lineal del supermercado
Por otro lado, los arroceros lamentan desde hace años la «presión» de las importaciones, especialmente de países como Myanmar o Camboya, que entran al mercado comunitario beneficiándose de la iniciativa Todo Menos las Armas (Everything but Arms), que permiten la exportación sin arancel de productos de naciones en desarrollo.
En la actualidad, los productores han resaltado la entrada de «arroces elaborados» y en «pequeños formatos» que van directamente al lineal del supermercado, lo que acrecienta la competencia.
El director gerente de la Federación de Arroceros de Sevilla, Manuel Cano -representante de Asaja- ha asegurado que en la campaña actual «ha ocurrido lo que nunca», en referencia a los retrasos en las siembras por las lluvias primaverales.
Cano ha apuntado que los agricultores andaluces han visto reducidos sus rendimientos entre 500 o 1.000 kilos por hectárea, pero aún así, globalmente habrá «buena cosecha», porque la del año pasado fue excepcional.
El representante de Asaja se ha referido a los precios y ha apuntado que están «por debajo de lo normal», apenas dejan rentabilidad, lo que se acentúa más en las variedades de grano largo o índica, como ocurre en los campos andaluces o una parte de los extremeños.
El grano corto o «japónica» es propio de las parcelas de la Comunidad Valenciana o del Delta del Ebro y, según Cano, cotiza más que el largo; en Aragón se cultiva el «semilargo cristalino».
Por ejemplo, ha apuntado que el redondo oscila entre los 330 y 335 euros/toneladas y el de grano largo entre los 285/300 euros/tonelada.
En relación a las importaciones, Cano ha asegurado que se ha dirigido al Ministerio de Economía y a la Comisión Europea para que «den una solución», porque los arroceros españoles están «indefensos».
Según la responsable sectorial del arroz de COAG, María Carmelo García «no ha sido posible establecer una cláusula de salvaguardia» contra los envíos asiáticos, porque exigen demostraciones de «lucro cesante» difíciles de probar.
Ha añadido que desde hace años, los productores están reivindicado un etiquetado del origen del arroz, que muestre «dónde se cultiva» y no solamente dónde se envasa, para que el consumidor tenga información a la hora de decidir.
Además, García ha explicado que en España no existe la costumbre de ofrecer al consumidor un arroz con una buena diferenciación por variedades, al contrario de lo que ocurre en Italia; ha citado un caso aislado de esa distinción, como el «arroz bomba» de la zona de Calasparra en Murcia.