EFE.-    La interacción mutuamente benéfica entre los árboles y las hormigas, que se alimentan de pequeños insectos comedores de savia llamados coccoideos, es un ejemplo bien conocido de lo que los ecólogos llaman mutualismo.

   Los estudios teóricos predicen que los mutualismos deberían ser más fuertes en condiciones donde escasean los recursos, pero hasta ahora ha habido pocas pruebas que sustenten esa teoría.

   La ecóloga de la Universidad de Michigan, Elizabeth G. Pringle, y sus colegas identifican un caso bien claro de mutualismo entre hormigas y árboles fortalecido por el estrés, y sugieren un posible mecanismo subyacente que se sustenta en el intercambio de carbono entre las especies.

   Todos los mutualismos de planta y animal pueden emplear un "modelo de seguro" similar, según Pringle.

   El tipo de respuesta al estrés mediada por el agua y observado en el estudio podría ser más común en el futuro si las sequías se hacen más graves con el cambio climático.

   "Mostramos que los árboles y sus hormigas defensoras invierten más mutuamente en condiciones más secas y estresantes", señala el artículo. "Vimos que esto ocurría en toda la región costera desde México a Costa Rica, y luego nos dimos cuenta de que el intercambio de carbono podría explicarlo", agrega.

   Para probar si las limitaciones del agua fortalecen el mutualismo defensivo entre los árboles de laurel de Ecuador (Cordia alliodora) y las hormigas Azteca (Azteca pittieri), Pringle y sus colegas estudiaron la interacción en veintiséis sitios de forestas tropicales secas durante temporadas del año a lo largo de la costa pacífica del sur de México y América Central.

   Los sitios abarcan 2.295 kilómetros con precipitación pluvial que se incrementa hasta cuatro veces desde el sitio ubicado más al norte hasta el sitio ubicado más al sur.

   Los laureles de Ecuador son deciduos, pierden sus hojas durante la temporada seca y crecen nuevas hojas en la temporada de lluvias.

   Pringle y sus colegas encontraron que la fortaleza del mutualismo árbol-hormiga -medida por la concentración de azúcar en los árboles para las hormigas, y en la defensa de las hojas por parte de las hormigas- fue mayor en los sitios con las temporadas secas más prolongadas.

   "Cuando las hormigas que patrullan la superficie del árbol encuentran un insecto devorador de hojas lo muerden hasta que el insecto cae del árbol", señaló la investigadora.

   En el proceso de la fotosíntesis las hojas atrapan la energía de la luz del Sol y la usan para convertir el dióxido de carbono y el agua en carbohidratos con base de carbono, los cuales sirven de alimento a los árboles, los coccoideos y las hormigas.

   La defoliación es una amenaza más grave en los sitios más secos porque los laureles allí tienen menos reservas de carbono y una temporada lluviosa más corta significa que los árboles tienen menos tiempo para reemplazar las hojas perdidas.

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