Un dirigente de una organización agraria reconocia que "si nosotros que estamos dentro, que tenemos información de primera mano, que estamos habituados a analizar todo lo que se dicem no nos acabamos de enterar de cómo va a quedar la PAC, no quiero ni imaginar cómo pueden estar los agricultores". Y es que el sector afronta esta con más dudas que soluciones, con más incógnitas que acalaraciones y con unos cambios constantes que marcarán no sólo la cuantía de las ayudas que van a recibir, sino en algunos aspectos el propio concepto de la PAC. La nueva denominación de agricultor activo, la regionalización o las ayudas acopladas al vacuno son sólo tres de las modificaciones básicas e inesperadas que se han vivido esta semana. Y, como señalan desde las OPAs, "con la aprobación definitiva no se cierra la PAC, porque habrá aún varios meses de discusiones sobre mil detalles pendientes porque los reales decretos no pueden recoger y ajustar cada detalle de todos los cultivos o explotaciones".
Y ante este panorama, el sector sigue esperando unos borradores definitivos que determinen realmente qué va a pasar, aunque cada vez se nota mayor resignación y convencimiento de que, salga lo que salga, se hará en base a unos criterios que, en la mayoría de los casos, no serán lo que ellos esperaban y les habían prometido.
Y es que en esta recta final ha imperado una larga cadena de despropósitos, de la que prácticamente nadie se salva. Para empezar la CE, que ha ido retardando los plazos para marcar sus modificaciones hasta llegar casi al límite y que, da la impresión, de que ha dejado esta labor en manos de unos funcionarios que piensan más en el reparto de los fondos entre los distintos países que en la agricultura propiamente dicha.
Su nueva definición de lo que debe entenderse como agricultor activo, o lo que es peor, su definición de quién tiene derecho a cobrar las ayudas, implica más una filosofía más cercana a cómo buscar subterfugios de cómo poder dar dinero a algunos países que basan su rendimiento en el sector más en el ganadería (láctea, porcina, de avicultura,…) que en la agricultura. Por eso, y para ‘justificar’ muchas partidas, se ha optado por premiar a aeropuertos, trenes, campos de golf y tierras sin explotar que a quienes dedican su vida a producir la tierra.
Y aunque en el fondo la PAC no deja de ser para ellos un juego político, por lo menos que lo digan. No vale que se les llene la boca hablando durante meses de Agricultura, curiosamente antes de sus elecciones, de su importancia, de su apuesta por un modelo sostenible, verde y competitiva, imponiendo unos duras condiciones al sector para tener que cumplir estos requisitos (que por cierto luego no exige para los países terceros) para que luego se premie a quien ‘cultiva’ desde el sofá, aunque, éso sí, ahora éste parece que debe estar en la sala vip de un aeropuerto.
También tiene mucha culpa el Ministerio y las propias Comunidades Autónomas en esta teoría de la confusión. El primero también ha apurado demasiado los plazos para acabar presentado como una realidad impuesta por la CE aspectos que se han rechazado desde que se diera luz verde a la PAC en Bruselas. Es cierto que debían esperar a las alegaciones de la CE, pero sus borradores no sólo no recogían algunos aspectos básicos de estos cambios de última hora (y cuesta ceer que no supieran nada de por dónde iban a ir los tiros), sino que se ha adaptado con excesiva facilidad estas pretensiones de la CE, incluyéndolas cuando sólo faltan días para que se aprueben los reales decretos que permita poner en marcha la PAC.
Se podrá estar más o menos de acuerdo con el modelo que van a aplicar, pero es su decisión como Gobierno y está claro que hicieran lo que hicieran siempre habría gente a la que no le gustaría el resultado. Sin embargo, el aferrarse a seguir hablando del modelo de ‘agricultor activo’ como si las modificaciones de la CE sólo fueran, como ellos mismos señalan, unas "pequeñas excepciones" demuestra que le sigue importando más vender políticamente que no pasa nada que reconocer, y explicar cómo va afectar a los agricultores y ganaderos estos cambios.
Un juego político en el que también han tenido mucho peso las CCAA. Se han pasado el ultimo año quejándose, hablando de lo que iban a ganar o a perder con el nuevo reparto de los fondos, prometiendo e incluso aprobado propuestas regionales sobre los ‘mínimos’ que exigían al Gobierno para dar su apoyo a la PAC,…. y al final han aceptado todo sin ningún rubor.
Que se siguen quejando, es cierto, pero eso no ha impedido que aprueben en cada Sectorial o Consejo Consultivo lo que se les pone sobre la mesa, quizás de forma pragmática, pero no por ello excesivamente contraria a lo pactado con sus organizaciones agrarias y, por supuesto, lo vendido a los agricultores y ganaderos.
Una OPAs que tampoco se libran de este escenario. Tanto que en ocasiones parecían más hacían una labor de ‘oposición’ al Gobierno o a las propias CCAA que de trabajar para buscar el consenso y beneficiar a sus asociados. Es lógico que pidan hasta lo imposible, pero no lo es que sean capaces de enfrentarse no ya entre sí, sino dentro de sus propias organizaciones. Si, por ejemplo, una medida favorece a una provincia o a un sector, no duda en enfrentarse al resto de su región para mantener ese privilegio.
Se puede hablar del caso de Aragón y de una Teruel abandonada por todos, pero también de la incongruencia de una organización agraria que aplaude un modelo de favorece, por ejemplo a la ganadería extensiva, y ver a esa organización tirándose de los pelos porque es misma medida perjudica a su modelo de ganadería. O manifestarse y salir a la calle con los tractores a reclamar un cambio de comarcas y luego sentarse a ‘cerrar’ un acuerdo que saben que sólo es un brindis al sol y no se va a cumplir.
La PAC es muy compleja, demasiado, y todas estas incongruencias puede tener hasta una explicación y una lógica si se quiere ser flexible a la hora de entender la reforma. Pero una cosa sí está muy clara, el que no entiende nada, porque le viene confundiendo con promesas y medias verdades desde hace mucho tiempo, es el verdadero agricultor y el ganadero. El activo de verdad, más allá de la definición política que se le quiera dar. El que se está convirtiendo en un filósofo al entender que ya no sabe nada y que la PAC es algo más platónico (en el sentido literal de la palabra) que real.