Es preciso cambiar la “actual visión política del agua” en España sólo al servicio de la producción y el desarrollo económico a corto plazo, que “aún hoy” presta escasa atención a que la recuperación del buen estado de los ecosistemas acuáticos y la gestión sostenible del agua son necesarias para poder disponer de agua de calidad en el futuro.
Directiva Marco de Agua
Estos últimos son algunos de los aspectos que guían la Directiva Marco de Agua (DMA) comunitaria aprobada en 2000 que fijaba la fecha de finalización de la planificación hidrográfica española el 31 de diciembre de 2009. El Gobierno dio luz verde a los dos últimos planes peninsulares (de la cuenca del Segura y del Júcar) el pasado 11 de julio.
Y, a pesar de ese retraso de casi cinco años, los 25 planes hidrográficos españoles prácticamente sólo han actualizado los existentes en 1998 y se han dejado de lado medidas para la protección, mejora y restauración de las aguas superficiales y subterráneas, “prácticamente 15 años perdidos” desde 2000, se lamenta La Roca.
Los regantes, las hidroeléctricas y la administraciones han consentido con su resistencia a aplicar la directiva que continúe el deterioro de los ríos y acuíferos españoles, critica este defensor de un uso sostenible del agua.
Cambio de perspectiva en España
No obstante, confía en que, presionado por Bruselas que sigue insistiendo en que el buen camino está en la aplicación de la legislación europea, en España se logre un cambio de perspectiva, ágil, para ajustar “nuestros usos sociales a la sostenibilidad de los ecosistemas acuáticos”.
La agricultura de regadío utiliza en torno al 80 % del agua disponible, pero la creciente urbanización, con mayores necesidades de agua potable para abastecimiento humano, y el sector energético e industrial también demandan cada vez más recursos hídricos y todos contribuyen a una pérdida de calidad.
La Roca hace hincapié en la crisis de estos ecosistemas, agravado por el cambio climático y cuyo deterioro es consecuencia de las crecientes presiones humanas.
Por ello hace un llamamiento a la concienciación en todos los ámbitos de la sociedad para mejorar la calidad los usos hídricos.
Cuando las aguas están en buen estado, además de cumplir con su función como “factor de producción“, contribuyen directamente al bienestar humano y satisfacen otros aspectos vitales, invisibles y sin cuantificación económica, como el placer estético de contemplar un río vivo, sin contaminación, donde poder desarrollar actividades recreativas.
Insiste en que los ecosistemas hídricos españoles siguen deteriorándose, situación que urge resolver, porque de su recuperación depende el mantenimiento de la economía y el futuro de la sociedad.