EFE.- Biólogo, ingeniero de Montes y especialista en genética forestal, Gil se lamenta de que los bosques sean muy poco valorados por la sociedad y de que constituyan un aspecto de la naturaleza poco conocido.
Sin embargo estos constituyen "el elemento que nos une a todos los humanos, en la medida en que podemos encontrarnos la misma especie, por ejemplo el pino silvestre, desde Sierra Nevada a los Urales, o hasta Siberia".
Pero, agrega, en ese afán de la sociedad de personalizar o nacionalizar la naturaleza, los árboles y los bosques son los elementos menos considerados.
De tal manera, refiere, que la encina o el pino canario, que dan sombra a todos los españoles, no son valorados porque no hay ninguna autonomía que podría erigirse en la protectora y sin embargo hay especies que no tienen más de cien individuos y a los que se dedican esfuerzos económicos importantes para apoyarlos.
De hecho, denuncia este ingeniero, en un parque nacional como es Doñana se ha dejado morir a los alcornoques centenarios simplemente para que fueran sustento de una fauna que le da lo mismo anidar sobre un eucalipto o sobre este último árbol.
Así sostiene que las contradicciones propias de una política forestal inexistente han llevado a que tengamos un parque nacional como el de la Tablas de Daimiel "que no merece la categoría de parque porque es una ruina".
Según Gil, las características que presidieron en el pasado este parque han desaparecido por el intenso regadío que hay en su entorno, y se llega a paradojas de tener que trasvasar desde muchos kilómetros para arriba el agua a las Tablas mientras se sigue manteniendo el riego en zonas cercanas.
Por todo ello, defiende que lo mismo que hay una política comunitaria dedicada a la agricultura debería haber una dedicada a la gestión de los montes y su financiación.
No obstante explica que España ha recuperado mucha masa forestal porque hubo una política importante entre los años 40 y 90 de recuperación de bosques, a lo que ayudó además el abandono progresivo de las labores agrícolas y ganaderas.
Hoy en día, la principal amenaza de los bosques son los incendios, y después el hecho de que la superficie forestal no es productora de recursos económicos, y al no producir valores materiales no hay una legislación que le beneficie: "Es más ser propietario de montes cuesta dinero".
A pesar de ello confía en que la masa forestal en España seguirá creciendo, "pero allí donde los incendios sean muy reiterados iremos hacia desiertos".
Se sorprende este genetista de árboles de que en el pasado se hayan defendido determinadas especies arbóreas por considerarlas nobles, "cómo si existiesen especies proletarias".
Esa traslación de actitudes humanas a la naturaleza son para este académico una "demostración clara de la falta de cultura que preside la sociedad civil" en relación a lo que constituye lo más importante de nuestro paisaje.
Así, concluye, la Mesta se ha considerado como algo importante de la tradición española, y no era más que una oligarquía que usaba los bienes del país en beneficio de unos cuantos y donde el hombre trashumante quemaba los montes para hacerlos accesibles al ganado.
"Todos los años vemos la ovejas de la Mesta como un auténtico de la orgullo de la tradición española y es como conmemorar la inquisición".
El Honrado Concejo de la Mesta, que si tenía que usar la palabra de honrado "es sintomático de lo que no era, porque era un gremio de grandes propietarios pero que abusaban de las propiedades comunales".