Las retenciones al trigo nacieron hace algunos años y su objetivo principal era desacoplar el precio internacional del precio doméstico ya que se daban dos condiciones que las hacían necesarias. Por un lado, el salto en el valor nominal del tipo de cambio generó una fuerte depreciación de la moneda nacional y esto, sumado al progresivo aumento en el valor internacional del cereal, generó que el mismo se volviera relativamente muy caro para un país que intentaba salir de una profunda crisis.

    En 2003, las condiciones de coyuntura económica favorecían la utilización de retenciones para “aislar” el mercado internacional, que incentivaba la exportación de ciertos bienes, y no provocar un faltante de oferta doméstico. Las condiciones para la exportación eran muy favorables. Además, no hay que dejar de ver las cualidades fiscales de esta medida. La exportación de un bien caro internacionalmente y altamente gravado hacía que el BCRA fortaleciera su posición ante el ingreso de divisas, mientras también provocaba un importante aporte recaudatorio para darle mayor robustez al presupuesto fiscal.

     Poco a poco y a lo largo de los últimos 10 años, las condiciones anteriores se fueron deteriorando. El tipo de cambio nominal pasó de, aproximadamente $ 2,5/U$S a $ 6,5/U$S (y ahora a $8/U$S), mientras que el resto de las variables nominales (precios y salarios, PBI, Base Monetaria, etc.) lo hicieron a una tasa mayor por lo que el tipo de cambio quedó atrasado. Esto hizo que en los últimos tres años el dólar se abarate y, consecuentemente, se comience a generar presión sobre la Balanza de Pagos ya que aumentaron notoriamente las importaciones (de bienes y servicios que se volvieron “relativamente baratos”).

   El flujo comercial de nuestro país se revirtió  y, de no ser por las fuertes restricciones instauradas a la importación, la Balanza de Pagos se hubiera vuelto fuertemente deficitaria. En este marco, y aunque el precios de algunos bienes transables (commodities) sigue siendo alto, el esquema de retenciones ha perdido temporalidad. Los permisos de exportación también produjeron el aislamiento esperado. Son otra herramienta cuantitativa cuyo fin es acentuar el desacople de algunos bienes que tienen mucho peso en la canasta de consumo doméstica. Así, ante la imposibilidad de exportar trigo, por ejemplo, los productores y comercializadores deben venderlo en el mercado interno. Quedan “presos” de un mercado con menos incentivos económicos. Esto produjo que, ante semejante cúmulo de desincentivos, la producción nacional cayera estrepitosamente al igual que la oferta interna que, a su vez provocó el obvio aumento de precio. La harina se volvió relativamente cara.

    Así, se perdió el objetivo buscado. Las retenciones junto a los ROE, en una coyuntura como la actual, han generado condiciones adversas a las buscadas. Son medidas atemporales que deben repensarse y readaptarse. Los agentes económicos, productores, comercializadores y consumidores, han adaptado sus expectativas y actuado en consecuencia. Es necesario promover mecanismos de incentivo e ir readaptando el esquema regulatorio actual para que la economía responda a las “señales”. No hace falta tanto dirigismo cuando la situación general es ciertamente mejor. En 2003 cuando se tomaron estas medidas, el marco de crisis generalizado hacía necesarias medidas tendientes a reordenar las variables fundamentales de la economía, pero pasadas las condiciones iniciales hubiera sido lógico ir “desmontando” gradualmente el esquema de intervención directa.

    A esto hay que sumarle las necesidades del gobierno a la hora de fortalecer la posición internacional del BCRA. No olvidemos que después de la devaluación de enero, se dio un marco de fuerte stress financiero y de corrida cambiaria. El BCRA quedó muy debilitado en su posición de Reservas Internacionales y las medidas que se tomaron, sólo pusieron “paños fríos” a la coyuntura y no dejan de ser “parches”. La solución de fondo sería robustecer el nivel de reservas sin dejar de absorber masa monetaria para quitar presión inflacionaria. La liquidación de la cosecha de soja le dará un poco de aire al BCRA que necesita divisas para cancelar obligaciones del Tesoro Nacional y pagar la importación de energía. En estas condiciones, se especula con que, a fin de año, el nivel de reservas internacionales sea similar al actual, que es más bien pálido. En estas condiciones, la quita de retenciones al trigo generaría un fuerte incentivo a la producción y una ampliación del área sembrada y su consecuente liquidación le daría al BCRA las divisas suficientes para encarar 2015 con menos tensión.

     Quizás, una reducción de las retenciones al trigo beneficie más al BCRA y al gobierno, que, además, aumentaría la recaudación por el impacto en la actividad económica, que a los productores. Pero esa señal debe darse lo antes posible, porque de no ser así, los productores rurales seguirán siendo prisioneros del gobierno.

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