Jose Manuel De Las Heras / Coordinador Estatal de Unión de Uniones
Esta semana ya todos los niños y niñas de las distintas comunidades autónomas han vuelto al cole. A los madrugones, los deberes, los recreos, los juegos con los compañeros de clase. A la misma vez que se vuelve a la rutina o a la realidad, los pueblos se vacían y vuelven a quedarse solos. Ahora sus calles y plazas están silenciosas, congeladas, como si el tiempo no pasase, esperando que la alegría de los que, hasta hace poco, han llenado sus calles este verano, regrese.
Y esto, queramos o no, sucede desde hace unas décadas con cada septiembre, donde los otoños se adelantan y los inviernos cada vez, parece que duren más. Y es que tras duplicar o triplicar la población en verano, antes del veranillo de san Miguel, todo vuelve a estar como estaba.
Y casi dan ganas de preguntarse, ¿por qué todo el mundo tenemos que venir a vivir a Madrid? Y, quien dice a Madrid, dice a cualquier capital de provincia. El medio rural del que disfrutamos todos porque, fundamentalmente, es nuestra huerta, nuestro jardín y nuestra despensa, necesita también de personas que lo cuiden y lo guarden.
Pareciera como si, de los años 70 a esta parte, cada uno tuviésemos escrita la profecía de que abandonaremos la tierra que nos ha visto crecer y que marcharemos a la gran ciudad, como si no pudiésemos decidir nuestro destino.
Conviene pensar por qué no podemos luchar por cambiar esto. ¿Qué es lo que necesita el medio rural para que nos haga quedarnos? Si lo pensamos fríamente, lo primero que necesita es economía, ser capaz de desarrollar y generar empleo (¿acaso no lo es ya?), contar con una buena red de comunicaciones, como transporte público, servicios básicos, como sanidad, educación y ocio, ¿por qué no? Si no hay nada que hacer, y no hay futuro las personas se desesperan o se aburren y se marchan.
Precisamente, sobre lo que se necesita en el medio rural se ha discutido mucho en la II Conferencia en Cork, que ha reunido a poderes, instituciones y agentes de toda la Unión Europea implicados en el desarrollo rural. La primera se hizo en 1996, hace 20 años. Si tomamos como referencia las dos declaraciones alumbradas y las comparamos, en verdad no se aprecian grandes avances y casi nos viene a la mente el tango de Carlos Gardel. Según las conclusiones de los asistentes, parece “que 20 años no es nada” porque seguirían subsistiendo las mismas necesidades que entonces: dar protagonismo al medio rural, aprovechar sus potencialidades, políticas integradoras aplicadas de abajo hacia arriba, una PAC más simple y mejor enfocada, mayor implicación de las administraciones, innovación, tecnología, conectividad… Vamos, lo de siempre.
En realidad puede que se trate, fundamentalmente, de un cambio de mentalidad. Al final, para todas las grandes decisiones el ingrediente común es la voluntad. Si no hay una verdadera voluntad en querer apostar por el medio rural, si no existe una creencia firme y real en sus capacidades de desarrollo, nuestros pueblos seguirán montándose y desmontándose cada verano y cada otoño; aunque el modelo urbano esté dando síntomas de colapso.
Las grandes urbes siguen creciendo muy rápidamente, concentrando servicios, tecnología y oportunidades. Es cierto, pero también lo es que muchos ciudadanos se están descolgando por la fuerza de ese crecimiento y no pueden pagar la energía o el alquiler o la hipoteca.
Mientras tanto, en medio el medio rural vamos a trompicones, y la brecha que nos separa de la ciudad se antoja, a veces, insalvable, con una población cada vez más envejecida a la que los jóvenes no dan relevo por falta de expectativas sociales, personales y laborales. Estos y otros problemas se han destacado en la II Conferencia de Desarrollo Rural en Cork y, con la mejor intención, se ha insistido, nuevamente, en aquellas prioridades que habrían de marcar la ruta en esta materia.
Y no sabemos bien qué pensar. Si dentro de unos años, cuando los interlocutores se vuelvan a reunir, con la frente marchita y y las nieves del tiempo, habrá habido buenas noticias que contarse.
Nosotros esperamos que así sea, porque creemos que lo más importante, como ya hemos dicho, es la voluntad; y aunque el medio rural hoy apenas ocupe espacio en los programas y agendas de nuestros políticos, antes o después han de darse cuenta, aunque sea el próximo septiembre cuando hagan las maletas para volver a la gran ciudad, de que este modelo de desarrollo de grandes hacinamientos de seres humanos, de atascos, contaminación y viviendas caras por el empeño de los que diseñan los modelos de crecimiento, tampoco funciona. Nosotros, los guardeses del campo, estaremos para ayudarles. Ya lo estamos.