EFE.- Las Riberas de Castronuño-Vega del Duero, un humedal seminatural de 8.420 hectáreas declarado Zona de Especial Protección para las Aves (ZEPA) en 1992 y Reserva Natural diez años después, conforman un singular ecosistema fluvial con el mérito de ser el único espacio natural protegido de la provincia de Valladolid.

El embalse de San José, en Castronuño, amansa al Duero en esta zona de la comarca de Montes Torozos y forma una suerte de oasis en medio de la meseta castellana, poblado de álamos, chopos, olmos, majuelos y cañizo que dan refugio a 189 especies de aves.

Desde la protección de este espacio natural de la Red Natura 2000, los cuatro municipios englobados en la reserva, Castronuño, Pollos, Torrecilla de la Abadesa y Tordesillas, «han evolucionado mucho», explica a EFEverde Beatriz Guerra, técnico de la Fundación Patrimonio Natural de Castilla y León.

«Desde 2002, los cuatro pueblos de la reserva se promocionan por su valor ecológico y además se han dado a conocer como destino turístico», afirma la trabajadora de la reserva.

Menos conocida que otros espacios protegidas de la región, como las Lagunas de Villáfafila, las Hoces del Río Duratón o los Arribes del Duero, las Riberas de Castronuño han intentado convertirse en un destino turístico y promocionarse como la «joya natural» de la provincia castellana.

Y es que la conservación no está reñida con el desarrollo económico, como demuestran las iniciativas de varias empresas familiares de esta zona, que han apostado por desarrollar negocios basados en la tradición agrícola y ganadera con el valor añadido de producir dentro de un espacio natural protegido.

«Hay diversos productos tradicionales, como vinos, quesos o repostería, que llevan el sello Marca Natural porque se elaboran dentro de un espacio natural, y son más conocidos gracias a su especial situación», ha afirmado Guerra.

En Bodegas Copaboca, en Torrecilla de la Abadesa, el respeto al medioambiente es la «filosofía» de negocio. «Vivimos de lo que esta tierra nos da, ¿cómo vamos a perjudicarla?», se pregunta Mara Rico, responsable de comunicación de estas bodegas enclavadas en la Reserva Natural.

En sus 135 hectáreas de viñedo, pertenecientes a la Denominación de Origen Rueda, no se utilizan pesticidas ni herbicidas y las vides se abonan con su propio sarmiento, las ramas de las cepas que se cortan durante la poda.

«No elaboramos vino ecológico, pero muchas de nuestras prácticas agroambientales sí lo son. Debemos tener un especial cuidado en el ámbito medioambiental, por el privilegio que supone trabajar dentro de un espacio protegido y porque nuestro viñedo es paso de muchas aves migratorias», apunta Rico.

Entre los meses de abril y junio, cigüeñas y garzas surcan los viñedos de Copaboca, y otras pequeñas aves como ruiseñores, zarceros o tarabillas anidan en estas cepas de uva verdeja.

Concienciada con la protección de la fauna y sus hábitats, esta joven empresa vinícola de Torrecilla de la Abadesa está en trámites de ser la primera bodega europea en conseguir el sello «Red Natura 2000», con la colaboración de la ONG conservacionista SEO/Birdlife.

«Desde el comienzo destinamos una parte de los beneficios a colaborar con SEO/Birdlife, para apoyar a quienes se dedican a la conservación de este y otros ecosistemas protegidos», explica.

Con 5 años de historia, en los que han apostado por la innovación con vinos «gastronómicos» para maridar con cocina asiática o paellas y una bebida energéticas de uva, jingsen y té, las Bodegas Copaboca han conseguido situarse «entre las diez primeras bodegas de la D.O. Rueda», según Rico.

Un ejemplo de apuesta por el desarrollo rural, que ha creado 12 puestos de trabajo entre los habitantes de la zona, unida al respeto por el medioambiente. Según Rico, «se trata de adaptarse al entorno natural, en vez de tratar de adaptar el medio al negocio».

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