Desde las instituciones se intenta potenciar la truficultura en plantaciones, y la Diputación de Huesca, por ejemplo, ha invertido más de tres millones de euros en el fomento de esta actividad desde 2004, cuando se realizaron las primeras plantaciones en las zonas de Sobrarbe y la Ribagorza.

   En este momento, hay 900 hectáreas dedicadas a este cultivo en las que trabajan unos 200 truficultores y que ya están dando sus primeros frutos.

   Y es que los inicios para los productores de trufa negra son "difíciles " y requieren una "travesía por el desierto" de entre siete y diez años, detalla Alberto García, un truficultor de Huesca.

   Con estudios de Ingeniería Forestal, García reconoce que durante dicho periodo tiene que compaginar varias actividades, pero que una vez comenzada la producción "una familia puede vivir de esto".

   "Donde las tierras son apropiadas, es una alternativa muy interesante", subraya García, quien confía en que es una buena opción para cultivar la tierras poco productivas para la agricultura que se estaban abandonando y, con ello además, fijar población.

   Y para atraer a compradores y turistas, como es el caso del mercado de trufa fresca de cada sábado en Graus (Huesca).

   Sin embargo, para promocionar este manjar es fundamental darlo a conocer al público, como con el "Trufa-te", un programa de degustación que se ha celebrado en los últimos cinco años y cuya próxima edición tendrá lugar en Sabiñánigo el próximo 23 de febrero.

   En su última edición se sirvieron más de 12.000 tapas con este producto, con el objetivo de desterrar la idea de que es un alimento inaccesible y demostrar que para saborearlo no es necesario hacer mucho gasto, según señala a Efeagro el responsable de Innovación de la Diputación de Huesca, Luis Gutiérrez.

   La colaboración de los restauradores también es fundamental para fomentar su consumo, y en ello se afana Carmelo Bosque desde su restaurante "LIllas Pastia", en la capital oscense.

   Subraya que es un producto "excelso" y que aporta un "valor añadido" incalculable a los platos; en los suyos combina la trufa con alimentos "que le van muy bien" como la patata, los arroces o las pastas, o simplemente, "con pan, que están muy de moda, con un buen aceite de arbequina y trufa rallada".

   Bosque cree que la tradición gastronómica española no le da a la trufa "la importancia que se le da por en Francia o Italia, donde se viaja para probar la trufa" y "aquí tenemos que conseguir lo mismo".

   En la comarca de Gúdar-Javalambre, en Teruel, este cultivo se remonta a hace ya algunas décadas y las plantaciones ya dan su fruto, aunque el presidente de la Asociación de Truficultores de la provincia, Julio Perales, considera que "vivir sólo de la trufa es difícil".

   Perales precisa que el suelo de esta zona es "muy pobre para la agricultura, pero ideal para cultivar la trufa", lo que ha propiciado que muchas personas "se hayan quedado en el pueblo"

   En su opinión, la truficultura también supone una nueva "oportunidad de desarrollo" a través del turismo, tanto gastronómico como del destinado a conocer cómo se hace la recogida, porque "es muy vistoso con la colaboración de los perros que con su olfato ayudan a hallar donde está el fruto".

   Esta es la actividad a la que se dedica desde 2007 el complejo turístico "La Trufa Negra", que cada sábado ofrece un recorrido por la actividad trufera, que incluye una introducción teórica, una visita al campo con demostración de recogida y una degustación.

   Una de sus guías, Sandra Pérez, confiesa que "muchos no saben que es un hongo que nace totalmente subterráneo, ni cómo se recolecta".

   Familias con niños, parejas, aficionados a la gastronomía e incluso incentivos de empresas componen el grueso del público "trufiturista", un nicho del turismo rural en auge que puede supone una esperanza de futuro de algunos territorios.

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