EFE.- Hubo días, cuando las olas superaron los diez metros, en los que los técnicos de la Coordinadora para el Estudio de los Mamíferos Marinos (CEMMA), que colabora con la Dirección General de Conservación de la Naturaleza, se vieron "desbordados", explica a Efe su presidente, Alfredo López, pues llegaron a coincidir hasta 14 varamientos.
Cree López que el hecho de que en apenas mes y medio se contabilicen más de 130 varamientos entre delfines, ballenas, focas y tortugas, "es algo extraordinario", pues aunque su distribución a lo largo del año no es uniforme, ya que se suelen concentrar entre enero y abril, la sucesión de borrascas ha pulverizado todos los registros.
Ahora bien, puntualiza que solo en un pequeño porcentaje de los casos se puede establecer una relación directa entre los temporales de mar y las muertes de los animales: aquellos ejemplares más débiles o separados de sus manadas que, "exhaustos" por tantos temporales, tienen problemas para alimentarse y acaban falleciendo.
La gran mayoría de los mamíferos marinos que llegan sin vida a la costa ya murieron en alta mar, y el temporal solo ayudó a arrastrarlos hasta tierra.
Por lo general, más del 50 % de los ejemplares varados en las costas gallegas ya muertos son delfines comunes con signos de capturas accidentales en artes de pesca, pero en este último mes y medio ese porcentaje se ha elevado hasta cerca del 90 %, señala el presidente de CEMMA.
Un dato que López atribuye a que los delfines se podrían estar exponiendo durante la época de temporales a más riesgos de los habituales en busca de las especies de las que se alimentan.
Entre los ejemplares de mamíferos marinos llegados a las costas de Galicia que han sobrevivido se cuentan dos cachorros de foca gris que aparecieron en Laracha y Cambados, mientras que otro que fue hallado en Fisterra acabó muriendo.
Las focas procedentes de las colonias de cría de Escocia e Irlanda suelen dejarse ver en las costas gallegas, y en general de toda la franja del Cantábrico, entre diciembre y marzo, tres meses después de su nacimiento y una vez que se han destetado, porque no soportan las duras condiciones del mar por esta época.
Otro fenómeno que estos días se ha relacionado con los temporales de mar es la aparición en diferentes puntos de la costa gallega como Oia, Nigrán, Fisterra o Carnota, de ejemplares de medusas carabela portuguesa, y con ellas, de tortugas marinas que se alimentan de las mismas y cuyo hábitat son aguas más cálidas.
Ignacio Franco, del Instituto Español de Oceanografía (IEO), explica a Efe que los movimientos migratorios de esta especie, a diferencia de otras medusas, están más relacionados con el viento que con las corrientes de agua cálida, ya que viven más próximas a la superficie y se desplazan con la ayuda de un flotador.
Estos meses son los de mayor abundancia de la carabela portuguesa, cuya mala prensa obedece a las lesiones en la piel que producen sus picaduras y otros síntomas asociados como subidas o bajadas de tensión, taquicardias, mareos, vómitos y un dolor muy intenso.
Un "porcentaje elevado" de las picaduras de esta medusa acaba en ingresos hospitalarios, aunque solo por "unas horas", -matiza Franco-, en las que se le suministran al paciente calmantes, antiinflamatorios y antialérgicos.
El investigador del IEO cree que hay que "desmitificar" a la llamada en algunos ámbitos como la "medusa asesina", y se remite a un estudio científico publicado en 1995 según el cual las muertes causadas por su picadura en todo un siglo fueron cuatro, cuando al año suele haber en todo el mundo del orden de 20.000 casos.
Al igual que otras especies de medusa, la carabela portuguesa ha aumentado su población en los últimos años porque la contaminación de los mares por vertidos urbanos y de fertilizantes del campo que son arrastrados por la lluvia ha propiciado, a su vez, un incremento de las poblaciones de microalgas de las que se alimentan.
Otra circunstancia añadida, apunta el investigador del IEO, es la incidencia de la sobrepesca en los depredadores de la carabela portuguesa.