Asturias es la primera región española productora de sidra -cerca del 80 por ciento de la producción nacional tiene origen en el Principado- y es la cuarta en Europa, detrás de Inglaterra, Irlanda y Francia, según datos del Consejo Regulador.
De tradición familiar -la mayor parte de los lagares se heredan de padres a hijos-, esta actividad se utilizaba inicialmente para el autoconsumo.
Hoy en día, ha conseguido posicionarse en el tercer puesto del ránking de facturación del sector agroalimentario asturiano, después del lácteo y el cárnico.
La sidra con denominación de origen, marca de calidad que nació en 2003 y que el año pasado vendió más de 1,3 millones de botellas, tiene adscritas más de 620 hectáreas en Asturias y es elaborada en 25 lagares.
Se produce únicamente con 22 variedades de manzanas autóctonas, que son recolectadas en estado de maduración óptima, transportadas y almacenadas utilizando sistemas que no alteren la calidad inicial de la fruta.
"Ofrece una garantía que no la proporcionan otras sidras", asegura Ceñal, quien defiende los procesos de calidad por los que tiene que pasar esta bebida hasta llegar al consumidor final.
En estas fechas comienzan en el Principado las tradicionales "espichas" en las que los lagares asturianos vuelven a abrir los toneles para dar la bienvenida a la nueva temporada sidrera.
Los productores, celebra Ceñal, ven que este año saldrá una cosecha con una "calidad buenísima".
Son muchos los que afirman que la cultura de la sidra se transmite de padres a hijos y es inherente a los asturianos. Por ello, su consumo en la región no se ha visto mermado por la crisis económica.
Ceñal se muestra convencida de que la denominación va estrechamente ligada al futuro de la sidra asturiana, por lo que confía en que el porcentaje de productores con los que cuenta el consejo regulador se amplíe de manera significativa en los próximos años.