Los árboles de madera poco densa y hojas delgadas, como las hayas o los pinos, mueren de sed antes, por lo que serán los primeros afectados ante un aumento de olas de calor y sequía provocadas por el cambio climático.
Esta es la conclusión a la que ha llegado un estudio internacional, en el que ha participado el Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF-UAB), que publica la revista «Ecology Letters».
La investigación demuestra que la intensidad de la sequía incrementa de forma exponencial la mortalidad de los árboles y que este patrón se ha demostrado por primera vez en todo el mundo, donde los episodios de sequía extrema son cada vez más frecuentes, lo que puede provocar cambios drásticos en la composición de los bosques.
Los ecólogos de la UAB y del CREAF Jordi Martínez-Vilalta y Francisco Lloret han explicado que las especies de árboles más afectadas serán aquellas que tienen la madera menos densa -y, por lo tanto, un sistema vascular vulnerable a las embolias- y hojas delgadas -con más superficie por donde perder el agua por unidad de masa-.
Según el estudio, hay especies forestales que reúnen ambas características, como es el caso de la haya o los pinos.
«Después de un incendio, un fuerte episodio de sequía u otra perturbación nacen nuevos árboles que repueblan el espacio. Estas especies, típicas de las primeras etapas de la recuperación de un bosque, justamente presentan esta característica vulnerable que hemos encontrado», ha detallado Martínez-Vilalta.
«Si las perturbaciones van aumentando, lo que se espera que pase, estas etapas tempranas predominarán los bosques y los harán muy sensibles al cambio de clima. Es un pez que se muerde la cola», ha añadido el ecólogo.
El artículo analiza unos 60 casos de muerte forestal por sequía, en más de 30 localizaciones distribuidas por todo el mundo, desde Canadá hasta Australia, pasando por España, Estados Unidos o India, entre otros.
«Los bosques juegan un papel muy importante en el clima global, de acuerdo con su rol en el ciclo del agua y la habilidad de secuestrar y almacenar grandes cantidades de carbono», ha recordado Lloret.
«Con las crecientes sequías -ha agregado- se pone en peligro este sistema y los servicios ambientales que van asociados. Además, otros factores como la deforestación y los cambios en los usos del suelo a menudo empeoran la situación».