En estos momentos se está tramitando en el Congreso de los Diputados la ley educativa LOMCE. Entre otros contenidos, recupera la figura de la “reválida” e instaura un sistema educativo donde se valora el esfuerzo y la preparación del alumno, con evaluaciones nacionales externas para todos los alumnos al final de la ESO y que habrán de superar para titularse.
    En mi humilde opinión, sin entrar a valorar otros temas como la ratio por aula, idiomas o el tratamiento de la  religión, este sistema de evaluaciones nos hará disponer de personas mejor preparadas y más competitivas. No obstante, este modelo de evaluaciones también habría que implantarlo en otros ámbitos de la vida pública. Lo cierto y verdad es que en la clase política  que dirige nuestro “quehacer” diario, encontramos no pocos ejemplos de políticos anodinos que deberían someterse a evaluaciones que pongan negro sobre blanco si están o no preparados para seguir desempeñando el cargo que ocupan, si desarrollan su actividad con la diligencia y competencia debida, teniendo en cuenta el momento histórico de extrema dificultad económica en la que estamos inmersos.

   En efecto, el escenario en el que hoy nos movemos exige un cambio profundo también en la clase política, tanto a nivel nacional como local. Cuando las cosas iban cuesta abajo, todo valía. Sin embargo, cuando las cosas van cuesta arriba se exteriorizan todos los déficits. Por eso hoy en día necesitamos que los mejores estén al frente, personas de altura que puedan tomar decisiones y solucionar eficazmente y con celeridad los problemas reales de la gente. Estamos demandado políticos comprometidos, con experiencia, mordiente, disponibilidad, cercanía y rapidez, que sean capaces de anteponer los intereses de los ciudadanos, trabajadores y empresas, sobre el orden establecido de circulares internas.

    No nos merecemos representantes políticos  que ante problemas reales y concretos,  se ponen de perfil y adoptan la posición que le resulta más cómoda desde el punto de vista individual. Exigimos personas que te den el móvil personal, que bajen al campo y que agoten todas las vías, habidas y por haber, antes de decir que no tiene solución un problema.  No nos merecemos representantes políticos que justifican y no restringen los abusos del poder financiero y los bancos o la actuación de la gran distribución agroalimentaria en el mercado de frutas y hortalizas.

   Nos dicen que no hay dinero, conforme, me hago cargo. Pero hay otras muchas situaciones que no precisan de dinero  que se pueden hacer y que no se están haciendo por falta de compromiso y trabajo.

   El pasado 27 de mayo, se produjo un extraordinario pedrisco, acompañado  de fuertes lluvias que asoló  gran parte de las producciones agrícolas en nuestra provincia. Pues bien, una finca de Villena de más de 60 hectáreas cultivadas de patata, solicitó a través de ASAJA, una autorización al órgano competente de la Comunidad Autónoma para realizar un tratamiento aéreo en helicóptero para atajar la enfermedad del mildiu y así tratar salvar la cosecha  y atenuar los daños. Es una enfermedad que cuanto más tiempo transcurre más avanza, por lo que es imprescindible actuar con urgencia. Pues bien, ¿Cuál fue la respuesta de la administración? Sí, es todo correcto, pero no nos da tiempo… La pesada burocracia para otorgar una autorización supondrá para esta empresa  una pérdida de 500.000 Euros. ¿Es ésta la forma de ayudar a las empresas? Me dan ganas de llorar. ¿Para cuándo una reválida?

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