Francisco Martínez Arrroyo / Consejero de Agricultura, Agua y Desarrollo Rural de Castilla-La Mancha
¿Son importantes la agricultura y la ganadería para el conjunto de España? Ateniéndonos al dato macroeconómico puro y duro, sólo representan el 2,7 por ciento del Producto Interior Bruto (PIB). Pero parece necesario ampliar el foco para poder responder con mayor precisión a la pregunta con que se inicia esta entrada. Si le sumamos la industria agroalimentaria -primer subsector industrial español-, que transforma las materias primas del campo, mayoritariamente producidas en el medio rural de nuestro país, se alcanza aproximadamente un 10 por ciento del PIB español, lo que eleva, en términos económicos, la importancia del sector agroalimentario en su conjunto.
Pero, ¿es este análisis suficiente? No. Sin duda.
Aun siendo muy difícil de cuantificar el peso de lo que la reforma de la PAC de la Agenda 2000 definió como “multifuncionalidades” de la agricultura, cualquier ciudadano -o consumidor- puede reconocer la importancia de la actividad agraria.
Hay que contársela. Y hacerlo bien. Ese es probablemente el quid de la cuestión.
En España disfrutamos, en 2020, de la mayor seguridad alimentaria del mundo. Con lo que esto supone para la calidad de vida de los españoles. Y para la salud, por supuesto. Gracias a la agricultura y a la ganadería. También, la conservación y población del 80 por ciento de nuestro territorio rural, se debe, en gran medida a la actividad que ejerce el millón aproximado de agricultores y ganaderos, que son los que viven en nuestros pueblos, invierten y generan oportunidades de empleo. Es cierto que también hay otras actividades económicas en el medio rural, muy necesarias todas ellas para asegurar el futuro de los pueblos, pero cualquier análisis de la realidad rural, pone de manifiesto que, de manera general, es la agricultura, unida a la industria agroalimentaria, la causante de las mayores concentraciones de población en nuestro medio rural.
También, es necesario destacar, el papel fundamental que desempeña esta actividad económica en la conservación del medio ambiente, entendido en sentido amplio. Atención a los suelos y lucha contra la erosión, preservación de la biodiversidad, economía circular, creación del paisaje y ocupación del territorio, desde el punto de vista de la sostenibilidad, para argumentar la defensa de la PAC después de 2020.
Y, por supuesto, tangibles como la agricultura ecológica, en la que somos líderes mundiales, productos de calidad diferenciada, únicos en el mundo, o consumo de productos de proximidad o canales cortos de comercialización, que se están consolidando ya en Europa, más allá de las modas.
En definitiva, mucho más que un simple porcentaje sobre el PIB.
Se miré por donde se mire, la conclusión es clara. Nuestra agricultura es imprescindible para el futuro de España.
Pero hay un argumento más; de esos que tienen gran relevancia política. Y es que es un tema que marca la agenda mediática europea. La Política Agraria Común (PAC), que ahora se está reformando, como el resto de políticas europeas, se está revisando de manera acompasada a las negociaciones sobre el nuevo ‘Marco Financiero Plurianual’. Es decir, el Presupuesto Europeo, cuyo debate también está pendiente de concluir.
El nuevo Gobierno tiene un reto apasionante, incluido en el acuerdo entre el PSOE y Unidas Podemos para esta legislatura: “asegurar un presupuesto suficiente para la PAC para el periodo 2021-2027”. Una PAC fuerte en la que es importante contar con los fondos suficientes, pero también utilizarlos bien, para lo que es fundamental -y así figura también en el documento de acuerdo mencionado- elaborar un Plan Estratégico nacional valiente, que priorice las explotaciones familiares pequeñas y medianas, la agricultura profesional, el relevo generacional o el papel de las mujeres.
Hoy centramos el discurso en el dinero de la PAC porque todavía existen muchas incógnitas sobre el Marco Financiero Plurianual. La propuesta de la Comisión, que ha servido de base para la negociación en curso, suponía un pequeño incremento del gasto comunitario (subiendo el presupuesto europeo hasta el 1,11% de la renta de todos los Estados Miembros de la UE), pero, al mismo tiempo, una disminución de fondos para la PAC, a precios constantes, de un 10,6%, respecto al período 2014-2020. Una minoría de países, entre los que se encuentra el principal contribuyente, Alemania, apuestan por una verdadera disminución del gasto, lo que podría representar un golpe aún más duro para la PAC. O no…
Por otra parte, la última propuesta de la presidencia finlandesa de este mes de diciembre supone una reducción global de fondos, al mismo tiempo que los recursos para la agricultura se incrementarían en 10.000 millones respecto a la propuesta inicial de la Comisión. Este guiño finlandés a Francia y otros países como España, interesados en una PAC con presupuesto suficiente, puede significar un giro interesante en las negociaciones. Es ahí donde toca incidir ahora. No esta escrita la última palabra y hay que apurar todas las opciones. España puede jugar sus cartas.
Pero es necesario situarse en contexto, para lo que son necesarias algunas cifras. En 2019, año que acaba de finalizar, España, por segunda vez -desde su ingreso en la entonces CEE- ha vuelto a ser contribuyente neto a las arcas comunitarias, es decir, ha recibido menos de lo que ha aportado al proyecto colectivo europeo. En total, estaba previsto que recibiera 12.439 millones de euros, por diferentes conceptos, incluidas la PAC, las politicas regionales a través del FEDER o las de empleo, a través del Fondo Social Europeo.
La PAC es claramente la mayor fuente de ingresos para España procedentes de la Unión Europea, 5.715 millones de euros, un 46 % de todos los fondos recibidos. El FEDER, con 2.954 millones de euros, el 23,7% y el FSE, con 1.457 millones de euros, el 11,7%, se encuentran a mucha distancia.
Así pues, a España le interesa poner toda la carne en el asador en la defensa de una PAC fuerte, que compense la cada vez mayor contribución de nuestro país al presupuesto europeo, pero que, sobre todo, sea útil para los españoles, en forma de alimentos saludables, medio ambiente, paisaje, territorio o cultura. En definitiva, vida. La nuestra.