Lola Merino Chacón / Presidenta Nacional de AMFAR. Federación de Mujeres y Familias del Ámbito Rural. El próximo 8 de marzo volveremos a conmemorar el Día Internacional de las Mujeres, una fecha clave para reivindicar la igualdad. En esta ocasión quiero poner el énfasis en esta palabra: IGUALDAD. Un valor fundamental de nuestro Estado de derecho, garantizado en la Constitución española, además de en distintas leyes de ámbito internacional.
Todos los españoles, mujeres y hombres tenemos los mismos derechos y obligaciones y debemos tener acceso a las mismas oportunidades, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión, opinión o cualquier otra condición o circunstancia personal o social, tal y como recoge el artículo 14 de nuestra Carta Magna.
La lucha por los derechos de las mujeres no puede caer en actitudes dogmáticas, totalmente excluyentes, que rechacen la maternidad, la feminidad o que aboguen por un enfrentamiento abierto con la otra mitad de la población. El avance en la igualdad será posible cuando contemos con el conjunto de una sociedad convencida, a la vez que unida, firme y sin fisuras en la defensa de la igualdad entre mujeres y hombres.
Acabar con las desigualdades y las discriminaciones que sufrimos requiere de un planteamiento de unanimidad y concordia, en el que los derechos de las mujeres estén por encima de ideologías y partidos políticos. Si esto no ocurre, no será defensa de las mujeres, sino demagogia.
Es totalmente contradictorio, que los mismos partidos políticos y gobiernos que han defendido incorporar la «Educación para la Igualdad, la Tolerancia y la Diversidad» con la intención de educar a los alumnos en la igualdad, ahora convoquen una huelga sólo de mujeres, sólo de comunistas, sólo de feministas. Y una huelga que, con el pretexto de defender a las mujeres, ataca a los hombres.
Y me indigna el silencio sepulcral de las convocantes de esta huelga, las «portavozas» de Podemos y sus confluencias que se quedaron mudas cuando su líder nacional refiriéndose a una periodista dijera que «la azotaría hasta que sangrase». Las mismas que respaldaron al número dos de Podemos en Castilla y León, un condenado en 2002 por abusar sexualmente de una menor y que dimitió de su cargo al publicarse la noticia en 2015. Esta es la cara B de las feministas de Podemos, las que pretenden abanderar la defensa de los derechos de las mujeres y de la lucha contra la violencia de genero.
Estas mujeres que enarbolan la bandera feminista, deberían tener presente a Clara Campoamor, una madrileña humilde con raíces castellano-manchegas, que en solitario consiguió el voto para todas las mujeres de España.
Clara Campoamor no se declaraba feminista, sino humanista. La firmeza demostrada por Campoamor en su defensa de la igualdad consiguió cambiar la historia de España y conquistar un derecho que había sido sustraído a las mujeres, enfrentándose incluso a su compañera socialista, Victoria Kent, que junto a ella eran las dos únicas mujeres de un total de 465 diputados. La socialista Kent se opuso al voto femenino porque las mujeres, según defendió «estaban supeditadas al marido y a la iglesia y votarían conforme a eso». A pesar de todo, Clara Campoamor impuso sus tesis en el debate y ganó, con el apoyo de los partidos de derechas, por solo cuatro votos.
Nadie podía presagiar que la entrada de Campoamor en política supondría abrir las puertas de las Cortes a todas las mujeres españolas. Hasta el 1 de octubre de 1931, solo los hombres disfrutaban del derecho al voto. Las mujeres podían ser elegidas, pero no electoras.
Es una pena, que después de 90 años, algunas mujeres no sigan el ejemplo de esta licenciada en Derecho y perjudiquen a las mujeres convocando una huelga en la que mezclan la igualdad con cuestiones políticas e ideológicas que lo único que va a conseguir es generar una nueva brecha: la división entre las propias mujeres.
Esperemos que esta huelga no sirva para la mofa machista, tal y como ocurrió en la República, cuando varios medios de comunicación comentaron «dos mujeres solamente en la Cámara y ni por casualidad están de acuerdo».