En su caso, empezó en una multinacional como BP -con una estructura muy grande- y ese sentimiento de que no puedes aportar, que todo ya está diseñado, "se agudiza aún más que si empiezas en una empresa pequeña".

    En junio de 2009, en plena crisis, Espinosa abre a sus 24 años en Denia (Alicante) el primer Llaollao; un negocio inicialmente familiar cuyo objetivo era contar con 3 o 5 unidades.

Una demanda de franquicias antes de crearla


    Dos meses después, los turistas que se acercan a él dan por hecho que es una franquicia y le piden abrir una de ellas en distintos lugares: "cuando realmente no era un negocio enfocado a esta fórmula de negocio, pero la imagen corporativa que se diseñó y cuidó desde el principio nos ayudó, y hoy es la misma del inicio".

    De forma que "primero hubo demanda de franquicia antes de crearla y luego tuvimos que generar la base de ese modelo y se perfilaron los modelos de suministro. Tienes que tener un buen equipo y tuvimos que montarlo de forma rápida para no desaprovechar las oportunidades", añade.

    Llaollao surge de los viajes que Espinosa realizó a Estados Unidos, donde a principios del 2000 se recupera la tendencia del negocio del yogur helado de la década de los setenta, y que también empieza a implantarse en algunos países asiáticos.

    Según explica, "vimos la posibilidad de traer este negocio a España, con el márketing y la forma de vender de Estados Unidos, pero con el modelo de negocio y la calidad españolas".

    Para que el consumidor no sólo acuda a sus establecimientos por el producto y el precio, sino también por la experiencia, Espinosa cree que aunque las redes sociales no han sido fundamentales en su crecimiento, pero sí lo han sido a la hora de difundir la imagen de marca, sobre todo entre el público joven y dinámico.

   Asegura que contó con facilidades en la financiación, un préstamo ICO de 120.0000 euros, pero que se lo dieron porque sus padres avalaron ese préstamo.

"Podríamos habermos quedado por falta de financiación"


    Entre el 2010 y 2011, reconoce, tuvieron un momento difícil, ya que el crecimiento era muy fuerte y mientras "tienes que financiar al franquiciado" y casi tienes que pagar al contado al proveedor; "nosotros teníamos recursos propios, pero podríamos habernos quedado en 2010 por falta de financiación".

     Algo que ocurre a muchos proyectos, en su opinión, porque "por desgracia hay un determinado momento en el negocio que si no les ayudan se quedan ahí: en nuestro caso los socios aportaron capital".

    Hoy Llaollao cuenta con 130 tiendas en España (100) y el extranjero, y tras abrir en Denia y Benidorm las primeras tiendas propias, las primeras franquicias fueron en Madrid, Valencia e Ibiza.

    Sin los errores cometidos en el inicio "no hubiéramos estado donde estamos; en casi todos los proyectos donde empiezas de cero tienes que aprender", resalta.

    Aunque subraya que la crisis no es buena desde el punto de vista social por el sufrimiento que implica, cree que en su caso les ha permitido tener un crecimiento exponencial.

    "Nos han favorecido ubicaciones que hoy están en un precio entre un 25 y 30 % más bajo, como las madrileñas Preciados o Gran Vía, algo que a principios de los 2000 no era viable".

Un proyecto para abrirse a todo el mundo


    Su objetivo en España pasa por afianzar el modelo, que sea rentable y se mantenga en el tiempo, estable y robusto.

    En otros países quiere reproducir el modelo español en cuanto a crecimiento y la transmisión de la marca, como en Portugal, Francia, Marruecos y Singapur, donde abrirá en breve, y tiene en proyecto Turquía, Arabia Saudí y Chile.

    Eso sí, en algunos mercados tienen que realizar variaciones en los "topping", como es el caso de Marruecos, donde el ron con pasas no funciona, o el dulce de leche, que tampoco lo hace en otros mercados.

    Aunque hay que ser "fieles a lo que somos, el yogur helado, eso no significa quedarse estancado, hay que intentar evolucionar sin dejar de ser los que somos", concluye.

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