Pero su visión es ambiciosa: sólo Estados Unidos consume 48 millones de pavos el día de Acción de Gracias, y Canadá, donde su empresa ha vendido este año mil pavos de Acción de Gracias, se abre como un mercado de grandes oportunidades.
Sobre todo tras el respaldo recibido por alguno de sus productos: su pavo de Acción de Gracias ha sido galardonado con el premio a la innovación por la Universidad de Québec, un producto tan típicamente norteamericano, y el año antes lo recibieran de la misma entidad por su carrillera, este sí de carácter más español.
Estas Navidades la compañía venderá en España mil unidades de este tipo de pavo de Acción de Gracias, que los consumidores piden para experimentar la famosa tradición estadounidense.
Esta costumbre se remonta a la comida de agradecimiento que los primeros colonos que llegaron a las costas americanas brindaron a los indígenas por su ayuda: "Era un pavo cocinado al estilo europeo, pero con las guarniciones y el relleno de los alimentos de allí", detalla Jiménez.
Un negocio que empezó con 860 euros de 1994
Los comienzos de Cascajares fueron mucho más modestos de lo que cualquiera puede imaginar, con 860 euros en el bolsillo (160.000 pesetas) Jiménez empezó el negocio en 1994, junto con su socio.
El punto de inflexión se produjo cuando en 2004 sirvió su capón como plato principal en la boda de los Príncipes de Asturias, algo que -reconoce- "no imaginamos que conseguiríamos, pero lo hicimos".
Jiménez afirma que es de los que creen que la vida del empresario es como una escalera, en la hay que intentar subir un peldaño cada día, "hay días que lo consigues subir y otros no, pero no pasa nada; cuando subes uno, intentas subir otro, no sabes si vas a llegar al primero, al quinto, pero hay que subir andando, esfuerzo a esfuerzo y peldaño a peldaño".
Su visión como empresario se aleja de otros modelos cuando insiste en que "no puedes subir por el ascensor, porque si lo haces y no te ha costado esfuerzo cuando llegas arriba te tranquilizas, te pones a fumar puros y tomar copas, y es donde vienen los problemas".
Este lunes su Fundación Cascajares, como viene haciendo tradicionalmente, subastará para fines benéficos los diez mejores capones de los 40.000 que su empresa cría, con la ayuda altruista de Anne Igartiburu y el mago More, y un subastador de la casa Sotheby’s que los adjudicará al mejor postor "por una buena causa".
Los fondos, que se calculan entre los 30.000 y 40.000 euros, permitirán que dos jóvenes con discapacidad puedan cursar unos estudios durante dos años en la Universidad de Comillas (Madrid) y que un monitor tutele su entrada en el mercado laboral y "conseguir que tengan independencia económica", apunta Jiménez.
Cascajares, cuyos dos primeros trabajadores por cuenta ajena en la empresa sufrían una discapacidad, reserva por principio el 30% de los puestos de trabajo a personas con alguna discapacidad, "son personas que están muy motivadas y se muestran muy corporativas".
Distintos fondos de capital riesgo ya se han acercado a una empresa controlada por los dos socios que han sabido aprovechar las oportunidad, comprar a uno de sus competidores y hacer accionistas a los ejecutivos de la planta de Canadá (controlan el 20% de la firma canadiense), "un equipo de confianza, involucrado y motivado, que hacen posible esta empresa a miles de kilómetros de Palencia".
De momento no han visto propuestas interesante, pero Jiménez admite que no cierra la puerta a nadie.