Más de un centenar de científicos y científicas que investigan el ADN del arroz se encontraron la semana pasada en el Auditorio AXA de Barcelona, ​​en el marco del Simposio Internacional de Genómica Funcional de Arroz (ISRFG, de sus siglas en inglés). Debían ser muchos más, pero las restricciones de movilidad debidas a la Covid-19 todavía existentes en los países asiáticos les obligaron a asistir de forma virtual. Era la 18ª edición de este encuentro, la primera que se celebraba en España, y la tercera que se celebraba en territorio europeo. La temática escogida fue el impacto al cambio climático en el cultivo del arroz. La profesora de investigación del CSIC en el Centro de Investigación en Agrigenómica (CRAG), Blanca San Segundo, responsable de la organización del congreso, explica el porqué de esta temática: «El arroz, un cereal que es el principal alimento para un gran segmento de la población mundial, es un cultivo que, por un lado contribuye al cambio climático, y por otro está especialmente amenazado por el mismo».

En las regiones mediterráneas, el cambio climático se traduce en un incremento de la salinidad de los suelos, en carencia de recursos hídricos y en una mayor incidencia de plagas que afectan al cultivo del arroz. Esto hace necesario el uso de fertilizantes y pesticidas para mantener niveles altos de producción en un mercado cada vez más competitivo a causa de la presión de los países asiáticos. Además, en España se da la paradoja de que el arroz se cultiva en zonas cercanas a espacios naturales protegidos medioambientalmente (Parques Naturales del Delta del Ebro y Albufera de Valencia y Parque nacional de Doñana) pero que son susceptibles de recibir el impacto directo del uso indiscriminado de productos agroquímicos.

«Para superar estas dificultades se hace necesario introducir nuevas estrategias que permitan mantener la competitividad del cultivo del arroz, sin afectar a estos espacios naturales,» puntualiza San Segundo.

Algunas de las estrategias a las que se refiere San Segundo se basan en la explotación de la variabilidad genética natural del arroz. En este sentido, en el ISRFG2021 se presentaron los resultados de estudios de secuenciación de los genomas de miles de variedades de arroz cultivado y salvaje, que permiten conocer la genética y la biología que hay detrás de rasgos agronómicos relevantes como la resistencia de la planta a la piricurialosis (una enfermedad producida por un hongo), la tolerancia a la salinidad, o la calidad nutricional del grano. Este conocimiento puede traducirse en nuevas variedades de arroz más sostenibles medioambientalmente, obtenidas mediante técnicas de mejora tradicional o por biotecnología.

«En el Simposio pudimos ver que la utilización de la herramienta de edición génica CRISPR es absolutamente factible en arroz y puede aportarle muchas ventajas: variedades mejoradas en cuanto a los contenidos de almidón y amilosa, más tolerantes a la salinidad, o resistentes a algunos de los patógenos más comunes», explica San Segundo. «Todo esto debe hacerse de forma paralela a la recuperación de variedades que puedan estar mejor adaptadas a las condiciones ambientales y necesidades actuales,» añade.

UNA MESA REDONDA CON ELSECTOR ARROCERO

Conscientes de la importancia que tiene la innovación en agricultura y alimentación para hacer frente a los retos al cambio climático, el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) y el Departamento de Acción Climática, Alimentación y Agenda Rural de la Generalitat de Cataluña (DACC), unieron esfuerzos con el CRAG para que el encuentro científico ISRFG2021 se transfiriera al sector arrocero catalán y estatal, mediante una mesa redonda que tuvo lugar el viernes por la tarde en la misma sede del auditorio AXA.

Elisenda Guillaumes, directora general de Agricultura y Ganadería, inauguró el acto, que contó con una importante representación de agricultores (Unió de Pagesos, JARC, AVA-ASAJA y las dos cooperativas del Delta del Ebro), de obtentores de variedades (Copsemar, la Cámara Arrocera del Montsià y SC Castells), y de industria (Nomen, Kellogg’s, Montsià y Arrocerías Pons), además de representantes del DACC y de Biovegen. En la mesa redonda, moderada por el especialista en arroz del IRTA Mar Català, se discutieron temas tan variados como el rol de los consumidores a la hora de escoger productos con una menor huella de carbono por su lucha contra el cambio climático o la problemática que supone para todo el sector que la Unión Europea someta a las plantas con genoma editado mediante las nuevas técnicas como CRISPR a las disposiciones generales de la legislación europea sobre organismos modificados genéticamente (OGM).

Josep Ma. Casacuberta, investigador del CSIC en el CRAG, y experto en el panel de OMGs de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, de sus siglas en inglés), explicó que la legislación europea actual de OMGs, adoptada en 2001, «no se ajusta bien» al uso de las nuevas herramientas de edición genómica (como CRISPR) y que, además, hace «prácticamente inviable (por el elevado coste económico y de tiempo) aprobar cultivos editados genéticamente en Europa». Los investigadores explicaron que las modificaciones genéticas que podrían introducirse en los cultivos mediante la herramienta CRISPR podrían ser exactamente iguales a las producidas mediante los métodos de mutagénesis tradicionales, que paradójicamente son considerados seguros por la propia Directiva Europea.

El debate al respecto era relevante, pues hacía pocos días que la Comisión Europea había cerrado una consulta pública sobre el mismo. En la mesa redonda, el consenso era absoluto: es necesario actualizar la legislación en base al conocimiento científico actual, y es necesario formar al consumidor para que entienda que las plantas, como nosotros, también tienen genes y mutaciones.

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