La Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE) ha constatado una tendencia decreciente de los caudales del Ebro en la estación de aforos de Tortosa, en la desembocadura del río, a causa de una caída de las aportaciones derivada de la situación de sequía prolongada que ha afectado a la cuenca en el año hidrológico 2022/2023.

Así consta en el informe anual del Organismo de cuenca de seguimiento del Plan Hidrológico del Ebro 2022-2027, cuyo contenido ha sido dado a conocer este jueves en la jornada de trabajo ‘¿Dónde estamos y hacia dónde vamos?’.

En el capítulo de conclusiones, el informe señala que desde el año hidrológico 1980-1981 se constata una tendencia decreciente más marcada que en años anteriores, y revela a este respecto que el pasado año pasaron por la estación de medición de Tortosa 3.205 hectómetros cúbicos, la cantidad más baja desde que hay registros, en la década de los ochenta del siglo pasado.

En relación a este punto se añade que el año hidrológico que había registrado anteriormente la aportación más baja hasta entonces fue el de 2022/2023, en el que se midieron en la referida estación de aforo el paso de 3.905 hectómetros cúbicos.

Los autores del informe destacan, además, que durante el último año hidrológico se ha reducido en un 20% el agua suministrada a los grandes sistemas de regadío y que la actividad hidroeléctrica cayó en un 37%, según datos aportados por Red Eléctrica.

Señalan, además, que el año 2022/2023 ha estado caracterizado por un importante episodio de sequía prolongada que se sufrió en la cuenca del Ebro, situación que afectó hasta un 85% de su superficie en mayo de 2023.

En este sentido, el informe constata que el último año hidrológico ha sido de muy bajas aportaciones naturales (precipitaciones que llegan a los ríos y embalses), y que hay que remontarse al bienio 1987/1988-1988/1989 para ver dos años seguidos con tan bajas aportaciones.

En relación a esta situación, el informe señala que también disminuyó el consumo de fitosanitarios y fertilizantes, así como el destinado a las cabezas de ganado.

En cuanto a la calidad del agua, se constata que un 70% de las masas de agua del Ebro se encuentran en buen estado, aunque se insiste a renglón seguido en la necesidad de avanzar en la mejora del 30 % restante, mediante la mejora y ampliación de los sistemas de depuración, la modernización de regadíos y la lucha frente a la contaminación difusa.

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