Eduardo de Miguel / Director de Fundación Global Nature
En estos días de reclusión, donde lo importante es salvar vidas a contrarreloj, gestionar las repercusiones sociales y económicas, todos buscamos el lado positivo para poder sobrellevar mejor estas difíciles decisiones. Y desde Fundación Global Nature queremos aportar granos de arena, usando nuestras herramientas para ofrecer información, mostrar cierta cotidianidad y animar al ciudadano con campañas como #LaPrimaveraSiempreLlega en redes sociales, en la que animamos a compartir los primeros síntomas de esta estación, para dar ánimo y recordar que, al final, la vida siempre se abre paso. Pero, también queremos aportar nuestro grano de arena con una reflexión que nos parece esencial, para que exista un antes y un después en la manera que percibimos el impacto de nuestra actividad cotidiana sobre el medio ambiente. No sólo en cambio climático, que también, sino principalmente en uno de los pilares fundamentales de nuestro medio ambiente y que es la base de nuestra vida: la biodiversidad.
En una tribuna publicada este fin de semana, los científicos nos recordaban que lo mejor es rodearnos de ecosistemas saludables, funcionales y ricos en especies. Y nos sentimos plenamente identificados con estas reflexiones de Fernando Valladares: «Con la simplificación a la que sometemos los ecosistemas, eliminando especies y reduciendo procesos ecológicos a su mínima expresión, estamos aumentando los riesgos para la salud humana a gran escala (…) Para reducir la aparición de nuevos brotes de virus, la producción de alimentos tiene que cambiar radicalmente. La autonomía de los agricultores y un sector público fuerte pueden frenar los problemas ambientales y las infecciones descontroladas. Es muy conveniente introducir diversidad en las variedades de ganado y cultivos en una reestructuración estratégica, tanto a nivel de granja como regional».
Ahora vamos a ver las repercusiones de nuestra actividad y presencia en los espacios naturales, al pararla y dejar de movernos. La recuperación de nuestra biodiversidad va a ser evidente y el impacto va a ser mayor porque esta época coincide con los meses de marzo y abril, plena época de reproducción o floración de nuestras especies de fauna y flora. Ni los ecologistas más radicales podrían soñar con una medida así.
No somos conscientes de nuestro impacto en general. Cojamos un ejemplo como actividad cotidiana, digamos conducir y sólo una parte de lo que esto supone: los atropellos. Analicemos someramente los impactos que los atropellos por tráfico rodado tienen sobre numerosas especies. Quizás tengamos una noción de lo que supone para una especie emblemática como el lince ibérico: los atropellos son la principal causa de muerte en esta especie, actualmente, con 29 linces muertos en 2018 y, al menos, de 23 linces en 2019. Podemos estar hablando de cerca del 5% de la población total de la especie.
Y estos atropellos habría que sumar los derivados de las líneas férreas y, en especial, las de alta velocidad.
Este es sólo un minúsculo ejemplo. No existen datos fiables ni comunes para España más generales. Portugal, en cambio, a través del proyecto europeo LIFE LINES recopiló en 2019 más de 83.000 atropellos, destacando 21.000 paseriformes, 16.000 mamíferos carnívoros y 13.000 anfibios. Por su parte, el Institut Català d’Ornitologia (ICO) recoge información sobre siniestralidad en aves y otros vertebrados en Cataluña y Andorra y recoge cerca de 1.500 observaciones al año, donde un 48% son de mamíferos, un 35% de aves, un 12% de reptiles y un 5% de anfibios. Otros estudios, para la isla de Lanzarote y sólo como otra muestra más, recogen la muerte anual de 7.000 aves por el tráfico rodado en una isla de tamaño medio.
Se nos olvida a menudo también la biomasa de insectos que chocan contra nuestros coches, trenes y aviones. Estudios realizados en los Países Bajos han revelado la muerte de 1,6 billones de insectos al año sólo en este país. Aunque los datos no sean exactos, las cifras son abrumadoras y las consecuencias para el equilibrio de los ecosistemas y de las producciones agrarias son incalculables.
Con todas estas cifras y pensando en que la reducción del tráfico en este obligado parón puede estar en más del 70%, ¿podemos hacernos una idea de lo que supondrá para muchas especies? Y hemos analizado una gota del océano verde que se está creando mientras estamos en casa. Lo fundamental, por tanto, es dedicar parte de nuestro tiempo a valorar lo que supone la forma de vida actual, las pérdidas diarias en riqueza natural para buscar una nueva gestión cotidiana y crear un modelo futuro de movilidad que cambie nuestro impacto sobre nuestro patrimonio natural. Recordemos que ya hay un millón de especies en peligro de extinción.
En resumen, sin olvidar lo importante de este momento que es salvar vidas y gestionar la crisis, queremos hacernos consciente de que nuestra actividad laboral y de ocio tiene un efecto de perturbación considerable en el medio natural y sobre muchas especies, principalmente en épocas de reproducción como en la que estamos ahora. No sólo en espacios naturales emblemáticos, también para especies de áreas urbanas. El cierre decretado de parques y jardines, así como de playas y otras zonas costeras en todos los municipios españoles, en plena época de reproducción supondrá un alivio extraordinario para una parte de nuestra fauna. No podemos ignorarlo y quizás los beneficios que arrojen este parón nos hagan conscientes de lo importante que es crear un nuevo patrón de comportamiento.
Esta crisis sanitaria nos ha pillado desprevenidos, pero saldremos de ella y cuando lo hagamos, debemos hacerlo reforzados, sabiendo que nuestra mayor responsabilidad será aprender y pasar a la acción. Y en ese aprendizaje debe entrar el análisis del impacto de nuestro comportamiento en el medio natural, en el cambio climático, en las especies que nos rodean y sus hábitats, que son nuestro mayor valor. Es prioritario sacar conclusiones para promover una movilidad y una presencia del ser humano en el territorio de una manera coherente con lo que nos sustenta y nos alimenta, la biodiversidad.