A esta reducción de la siembra han confluido factores tales como la congelación del precio que recibe el agricultor, que se mantiene en 46 euros por tonelada incluidas las ayudas a las que tiene derecho el sector, o las fuertes lluvias que se registraron el pasado otoño.

    La singularidad que ha marcado la campaña desde el punto de vista meteorológico provoca que existan dudas sobre la calidad final de la cosecha.

    Desde el Grupo Remolachero de Cádiz aseguran que el fruto que se sembró a principios de octubre -antes de que llegaran las lluvias- se encuentra en bastante buen estado.

    Distinto es el caso de la remolacha que se sembró en diciembre, que no ha terminado todavía de madurar y que será la última que entre en la azucarera de Guadalete, a finales del próximo julio, ya que es entonces cuando se espera que pueda alcanzar un grado de maduración óptimo.

    La factoría jerezana molturará remolacha las 24 horas del día, a una media aproximada de 7.000 toneladas

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