EFE.- Hasta ahora hay 240.125 desplazados en Paraguay por las lluvias de los últimos meses, 50.000 en Brasil y 14.000 en Argentina.
Lo llamativo de la actual emergencia no es que el río Paraguay llegue a 7,27 metros en Asunción, la ciudad más afectada, pues es una cota que está dentro de su variabilidad, sino que durante 15 años el caudal no subió de 5 metros, explicó el director de Meteorología e Hidrología, Julián Báez.
Ese largo período de estiaje hizo que sus márgenes se llenaran progresivamente de construcciones precarias de familias pobres, que ocuparon espacios «que son del río», indicó.
El agravamiento de las sequías es uno de los efectos del calentamiento del planeta debido a la emisión de gases contaminantes que provocan el efecto invernadero.
Jan Van Wambeke, un experto en tierra y agua de la Organización de la ONU para la Agricultura y la Alimentación (FAO), cita como ejemplo la sequía sufrida en el norte y centro de Chile en los últimos años y en el noreste de Brasil.
«Las zonas secas se hacen más secas y las húmedas más húmedas», dijo, quien apuntó que en el Caribe el cambio del clima se manifiesta con unos huracanes más frecuentes y más destructivos.
En Paraguay las inundaciones fueron exacerbadas por cuatro tormentas «extremas» registradas este año, en las cuales cayó en cuestión de horas más del doble de las precipitaciones de todo un mes, según Báez.
Una de ellas destruyó varios centenares de casas el 24 de junio en la localidad de Capiatá, cercana a Asunción, y mató a una persona.
«Lo novedoso es la época en que ocurrió, en invierno», dijo Báez. El invierno austral es la época seca en Paraguay, durante la cual puede haber lluvias, pero de baja intensidad.
Los efectos del cambio climático se agrandan con factores ambientales locales, como la deforestación.
En Paraguay la expansión de los pastos para ganado y los cultivos, en particular los monocultivos de soja y otros granos, ha reducido los bosques de casi 9 millones de hectáreas en 1950 a 1,5 millones de hectáreas actualmente, según el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF), una organización no gubernamental.
Un área forestada aminora el impacto de la gota de lluvia sobre el suelo y favorece su infiltración, mientras que en zonas degradadas las precipitaciones corren superficialmente hacia los cauces, explicó Van Wambeke.
Emilio Ramírez, Asesor en Desarrollo Sostenible y Salud Ambiental de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), alertó del «riesgo altísimo» que acarrean las deforestaciones masivas, pues acaban con los humedales y las fuentes de agua.
Quienes sufren más son los pobres, como se ha puesto de manifiesto en Paraguay.
Ellos son los que vivían en los barrios engullidos por el río en Asunción, donde ahora solo se distinguen los tejados de las viviendas de ladrillo, mientras que las de materiales precarios son ya invisibles.
Muchos de sus residentes habían emigrado a la capital ante la expansión de los latifundios y la falta de apoyo público a la pequeña agricultura familiar.
Los expertos también prevén que el cambio en los regímenes de lluvias perjudique a los pobres que siguen en el campo, al dañar sus cultivos.
Por ello la FAO impulsa una transformación de la agricultura tradicional a una agricultura «climáticamente inteligente», mediante un aumento de la productividad y la reforestación, explicó Van Wambeke. «Hay que construir resistencia para enfrentar los efectos extremos» del calentamiento del planeta, dijo.
Al mismo tiempo, siguen las negociaciones entre gobiernos sobre un acuerdo para reducir las emisiones de gases que sustituya al Protocolo de Kioto, cuya próxima cita será una cumbre en Lima en diciembre.
Báez teme que justo en ese mes Paraguay viva inundaciones similares a las actuales, debido a que si las previsiones son correctas y este año se manifiesta el fenómeno de El Niño, el país recibiría el doble o triple de volumen de lluvias que lo normal desde octubre.