El trigo duro fue domesticado hace unos 10.000 años en la zona comprendida entre la antigua Mesopotamia y el golfo Pérsico, y fue avanzando de este a oeste hasta alcanzar la península Ibérica hace unos 7.000 años. En este “viaje”, la naturaleza y los agricultores fueron seleccionando y mejorando las variedades, adaptándolas a las condiciones climáticas de cada zona.
Con la llegada de la denominada ‘Revolución Verde’ a mediados del pasado siglo se desarrollaron variedades muy mejoradas en cuanto a su productividad y también muy uniformes, lo que hizo que los agricultores las adoptaran masivamente y provocó el declive de las variedades locales llevando a su abandono progresivo y a cultivarse de forma casi testimonial.
Sin embargo, estas variedades poseen caracteres genéticos muy interesantes que pueden ser incorporados a las variedades modernas para que les confieran mejores aptitudes frente a la sequía, enfermedades, etc., características muy interesantes por las condiciones de cultivo actuales y futuras de la cuenca mediterránea.
Para ello es necesario caracterizar las variedades locales mediterráneas con objeto de poder determinar la presencia de los alelos interesantes que puedan ser incorporados a las variedades comerciales habitualmente utilizadas. Esta ha sido el objetivo del trabajo de los investigadores del IRTA y de la Universidad de Cornell (USA), detectar alelos y sus marcadores moleculares asociados para esos caracteres de interés, que permitan desarrollar variedades de trigo duro adaptadas a escenarios de cambio climático (pluviometría irregular y aumento de las temperaturas).
A partir de una colección de 172 variedades locales de trigo duro los investigadores del IRTA y de la Universidad de Cornell identificaron 245 asociaciones entre regiones genómicas y caracteres de interés comercial como el rendimiento y sus componentes, la fenología del cultivo o la producción de biomasa. En un estudio posterior el mismo equipo demostró que las diferencias observadas entre las variedades locales del mediterráneo oriental (mayor número de espigas y de granos por unidad de superficie y mayor duración del llenado del grano) y occidental (ciclo más largo a floración y granos más pesados), tienen un fundamento genético debido a la mayor frecuencia de marcadores genéticos asociados a cada una de esas características según la zona de origen de las variedades.
Esta investigación del IRTA y la Universidad de Cornell ha permitido identificar marcadores útiles que podrán ser usados por los mejoradores para aumentar los rendimientos de las variedades de trigo duro en ambientes mediterráneos.