Porque nos guste o no, tenemos, todos, un problema. Y no se trata, como dijo alguien con acierto, de orgullo patrio, ni de un concepto de españolidad mal entendido, sino de salvar, o por lo menos de intentarlo, no una empresa puntera a nivel mundial, sino a todo el sector del aceite de oliva español. Porque si cae Deoleo en manos extranjeras, con ella se van no sólo las marcas emblemáticas de esta firma, sino una buen parte (demasiada, quizás) de la posibilidad de que España vuelva a ser el referente mundial de lo que ahora mismo es para volver a pasar a convertirse –como ha sucedido durante tanto tiempo con el vino– en el ‘granero’ o el ‘cortijo’ de los demás, pero no en una marca propia, con peso específico propio y con una proyección internacional como la que estaba empezando a tener.

    Soy consciente de que en medio hay muchos intereses y, sobre todo, una historia precedente que no se puede obviar, ya que si Deoleo se vende como se está vendiendo no es sólo porque las cajas tienen las obligación de desprenderse de sus acciones, ni precisamente por su maravillosa gestión, con una deuda que supera los 400 millones, aunque este último año se haya recuperado los beneficios, sino porque, como siempre ocurre en este país, se montan las empresas a lo grande, todos invierten al caballo ganador…. y a todos se les olvida tener un jinete en condiciones para llevar a buen puerto la carrera. Y así llegan las deudas, las quiebras de las cajas y los buitres (con fondos o sin ellos) esperando a quedarse con los restos que otros se han currado.

   Pero, en mi opinión, da igual qué ha pasado. Lo importante es qué va a pasar. Y entiendo a quienes  piden que se deje paso al libre mercado y que el que más ponga más se lleve, pero entiendo más (cuestión de ideologías) a quienes reclaman que el Estado no debe dejar perder la oportunidad de salvar no sólo a esta empresa, sino a todo el sector. Está muy bien el libre mercado y esas son las normas del juego y hay que aceptarlas, pero tampoco debemos  olvidar la experiencia que ha representado la llegada de multinacionales y de esos fondos a ‘invertir’ en España y dónde están ahora (¡quién podría pensar que Coca Cola iba a despedir a más de mil personas y cerrar sus plantas!) y, sobre todo, que en entre esos fondos que buscan quedarse con Deoleo está el Estado italiano, por lo que perfectamente el español puede jugar el mismo papel.

   Miguel Arias siempre ha soñado con el ejemplo de Holanda, donde sólo hay dos grandes cooperativas agroalimentarias. No dejemos se que se ‘cumpla’ su sueño y nos quedemos de nuevo con sólo dos cooperativas que nadie conozca y perdamos lo que tanto nos ha costado conseguir. Deoelo no es sólo una empresa, sino un emblema y, en especial, una puerta muy amplia y necesaria (y por eso la quiere Italia) para la exportación del aceite de oliva a Estados Unidos  y otros mercados emergentes que puede ratificar a España como el gran productor del mejor aceite de oliva del mundo. Por eso no se debe dejar escapar. Por el interés de España, por el de todo el sector y, sobre todo, porque ya está bien de que las cosas que se hacen bien se las acaben llevando otros.

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