José Luis Marcos / Presidente de ASAJA-Palencia

Al ritmo que pierde valor nuestra producción cerealista, habrá que cambiar la letra del Himno a Palencia justo cuando este año conmemoramos el centenario de la obra. La conocida definición de nuestra provincia como «granero de España», en uno de los primeros versos, se va a quedar obsoleta por tantos enemigos como le surgen, dentro y fuera del país. No podrá culparse de ese hipotético cambio en el himno a los agricultores palentinos, pues seguimos apostando por estos cultivos como base de nuestras explotaciones. Los cereales, con unas 267 000 hectáreas esta campaña 2024-2025, se mantienen como columna vertebral de nuestra agricultura, pese a que su rentabilidad cada vez resulte más difícil de garantizar.

El sector agrícola viene demostrando gran capacidad de adaptación, asumiendo el reto de diversificar cada vez más las producciones. Son evidentes las ventajas, tanto en un sentido económico (el consabido «no poner todos los huevos en la misma cesta») como en otros beneficios que se derivan de evitar un campo de monocultivo.

DOBLE VARA

Por cierto, que en esto —como en casi todo— la Unión Europea muestra su doble vara de medir. Mucho vigila para que nuestro paisaje comunitario no se convierta en espacios agrarios uniformes y especializados, pero… ¿y en el resto del mundo? ¿Al importar producción, miramos qué sucede con la biodiversidad del país de origen? ¿O nos limitamos a traer mercancía por puro criterio económico, cuando no por razones meramente políticas o, como se dice ahora, «geoestratégicas»? ¿No fomentan justo muchas de esas decisiones que países extracomunitarios cada vez se especialicen más en ciertos sectores agroganaderos, mientras sus «objetivos ambientales» quedan al margen, lejos de las prioridades?

La tonelada de trigo ha perdido en mayo el psicológico listón de los doscientos euros, con una caída en el último cuatrimestre que ronda el 14 % (hemos bajado de los ya escasos 227 euros en los que operaba en enero a 195 euros este mes). El principal cereal del campo palentino —y los otros registran una evolución paralela— ha vuelto a precios de hace cinco campañas… y veremos en qué niveles se pone en verano si, Dios lo quiera, se confirma una buena cosecha cerealista en España (una producción alta lógicamente siempre tensiona algo los precios hacia abajo, frente a los años de carestía, cuando el grano nacional se aprecia ligeramente).

NI EL IPC

Los precios actuales de la producción cerealista ni siquiera reflejan la inflación general (el conocido IPC) que ha vivido España en el último quinquenio, que ronda el 20 %, según el Instituto Nacional de Estadística. Ni siquiera hablamos de la inflación en los costes directos e indirectos de cultivar cereal en Palencia, donde seguramente se haya duplicado, e incluso triplicado, ese porcentaje, como bien saben nuestros agricultores (por más que las cifras oficiales del Ministerio nos quieran convencer de que los precios de los insumos «sólo» han subido de promedio en torno al 30 % desde 2020).

Si no cambia el rumbo geopolítico mundial (y sobre todo, si no dejamos de importar masivamente grano sin arancel), seguirán estos precios, hoy incompatibles con la rentabilidad. Entonces, los agricultores de esta tierra vamos a pensar mucho nuestra clásica apuesta por el cereal en futuras campañas. El probable récord en este año de superficie dedicada en Palencia al girasol es todo un síntoma, y no sólo por sus menores costes, sino porque un precio más seguro los últimos años, superado el bache del trienio 2017-2019.

Nuestras explotaciones agroganaderas no son oenegés. Para sobrevivir, deben cubrir gastos, amortizar inversiones y que el trabajo del profesional se compense. Es la única vía para afrontar otra sementera en esta «tierra de afán». De lo contrario, en el futuro habrá que cantar el Himno a Palencia de otra manera: «…Dios te salve, exgranero de España…».

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