Distintos grupos y movimientos sociales denunciaron este jueves en Roma la concentración del mercado de semillas en manos de unas pocas multinacionales y pidieron ayuda para que los agricultores puedan conservarlas por sí mismos.
La coordinadora del Observatorio del derecho a la alimentación y a la nutrición (en el que colaboran 22 organizaciones no gubernamentales), Alejandra Morena, señaló en una conferencia que «los derechos de propiedad intelectual están impactando en los derechos de los campesinos».
«Las semillas son derechos y no materias primas. Se necesita fortalecer las políticas para reconocer y proteger los derechos de los agricultores», remarcó.
Monsanto, DuPont y Syngenta controlan el 53% del mercado mundial de semillas y se espera una concentración incluso mayor
Según el estudio difundido por esos grupos, un sistema monopolizado de suministro de semillas y razas entraña «innumerables riesgos económicos, ecológicos y sociopolíticos».
Se estima que las empresas Monsanto, DuPont y Syngenta controlan el 53% del mercado mundial de semillas y se espera una concentración incluso mayor tras los recientes anuncios de que las seis grandes corporaciones agroquímicas (BASF, Bayer, Dow, DuPont, Monsanto y Syngenta) están preparando fusiones.
Precisamente el pasado 14 de septiembre, la alemana Bayer y el fabricante estadounidense de transgénicos Monsanto anunciaron que la primera comprará al segundo por 66.000 millones de dólares (unos 59.000 millones de euros), creando una de las mayores compañías de semillas y fertilizantes del mundo.
Según el Observatorio, «las compañías agroquímicas buscan privatizar, monopolizar y controlar las semillas patentando y tratando como una materia prima esta fuente de vida», dificultando el acceso fuera de los regímenes de protección de los derechos de propiedad intelectual y restringiendo las prácticas campesinas.
defienden que se necesita apoyar la «soberanía de los agricultores sobre las semillas»
La directora de la ONG Biowatch en Sudáfrica, Rose Williams, destacó que se necesita apoyar la «soberanía de los agricultores sobre las semillas», especialmente entre las mujeres, quienes tradicionalmente han trabajado en la agricultura tradicional y ahora ven amenazada su actividad en el campo.
En el continente africano, agregó, los pequeños productores se han visto además perjudicados por las decisiones de los gobiernos de fomentar la importación de productos agrícolas en los mercados nacionales y comprar semillas a las multinacionales.
Por su parte, el guatemalteco Antonio González, del Movimiento agroecológico de Latinoamérica y el Caribe (MAELA), destacó que «sin los agricultores no existiría la industria» después de miles de años seleccionando las mejores variedades y domesticándolas, así como manejando la biodiversidad.
Puso de ejemplo el caso de la obsidiana, una piedra que contiene silicio y que en su comunidad tradicionalmente han colocado en el agua que bebe el ganado para mantenerlo sano.
«Las corporaciones ahora tratan de vendernos el silicio a un precio carísimo a nosotros, que lo recogemos del suelo», dijo González.
El activista defendió los conocimientos ancestrales y la forma de pensar de los pueblos indígenas y las comunidades locales «a favor de recrear la vida» frente al interés meramente económico que persiguen las empresas.