Los legisladores franceses han aprobado finalmente esta semana un proyecto de ley que permite al sector remolachero usar pesticidas que están prohibidos para proteger a las abejas, una medida bienvenida por los agricultores afectados por enfermedades de los cultivos, pero condenada por los grupos ecologistas como más retrocesos por parte del gobierno.
La propuesta, que contradice la promesa del presidente Emmanuel Macron durante su campaña presidencial de no modificar la prohibición de los pesticidas conocidos como neonicotinoides, apunta a ayudar a una industria azucarera debilitada por una caída de precios que ha llevado al cierre de fábricas, según informa EURACTIV.com con Reuters.
El ministro de Agricultura, Julien Denormandie, dijo a la Asamblea Nacional durante acalorados debates sobre el proyecto de ley que estaba diseñado para proteger la autosuficiencia de Francia en azúcar y no era anti-ambiental.
En Francia, el principal productor de azúcar de la Unión Europea, este año se sembraron 420.000 hectáreas con remolacha azucarera, un 5% menos que el año pasado, mostraron datos del Ministerio de Agricultura.
Se estima que los rendimientos promedio bajaron un 11%, pero los productores aclararon que al sector remolachero las caídas fueron entre un 30% y un 50% en los campos afectados por la ictericia.
Los defensores del medio ambiente dicen que los neonicotinoides contribuyen al declive de las abejas al alterar su sentido de orientación y modo de reproducción.
Para evitar que los agricultores, que experimentaron una caída promedio del 15% en la producción este año, se alejen del cultivo, el gobierno propuso que se les permitiría usar neonicotinoides en semillas de remolacha azucarera hasta el 1 de julio de 2023, lo que alivia una prohibición vigente desde 2018. Los científicos y productores, por su parte, se comprometieron a impulsar la investigación de alternativas.
Los grupos ambientalistas denunciaron la derogación, calificándola de un cambio de sentido que amenaza el ecosistema y la salud pública, principalmente porque se cree que los residuos de los productos químicos permanecen en el suelo y el agua.
“La historia recordará que, a pesar de la evidencia científica y la presión de la opinión pública, este gobierno continúa fomentando el envenenamiento del suelo, los animales y nuestra comida”, dijo Clement Senechal, activista de Greenpeace Francia, en un comunicado.