A lo largo de estos últimos años son muchas las muestras de falta de apoyo que hemos tenido de Europa por parte de la Comisión de Agricultura, y voy a citar dos ejemplos flagrantes y aclaratorios del papel que desempeña Europa en la «mejora» de la renta agraria y en el desarrollo de las explotaciones en nuestra zona.
En primer lugar, tenemos la PAC, que en estos momentos se está renegociando para adaptarse a la futura PAC post Brexit. La renta agraria en toda Europa, de media, viene determinada en un 80% por el precio que obtiene el agricultor o ganadero por la venta de sus productos y un 20% corresponde a las ayudas directas que percibe (PAC). Pues bien, es inamovible la postura de Europa, auspiciada principalmente por Alemania y Francia y así, año tras año, se aprueba una PAC orientada a mantener un sistema de ayudas directas para la agricultura continental, descartando las medidas de mercado que podrían mejorar el funcionamiento de la cadena alimentaria, propiciando que sea el mercado quien retribuya al agricultor un precio justo en origen. En definitiva, lo que venimos demandando es incidir en la parte que representa el 80% de la renta agraria, en lugar de estrellarse permanentemente en la parte que representa únicamente el 20%.
En segundo lugar, tenemos los acuerdos comerciales que se firman con terceros países y que constituyen un claro ejemplo de lo que es Europa. Se utilizan con total impunidad y una deslealtad vergonzante. Las producciones mediterráneas (cítricos, aceite, vino, tomate, hortalizas…) son moneda de cambio y contraprestación para conseguir ventajas en otro tipo de bienes, servicios, e inversiones que se negocian con estos terceros países. Y, en consecuencia, el resultado es que permite la importación alimentaria, despreciando y no teniendo en consideración lo más mínimo, ni la seguridad, ni la economía agraria de sus socios, ni los principios de preferencia comunitaria y reciprocidad fitosanitaria y laboral… y, todo ello, con la participación activa y el beneplácito de Holanda y el puerto de Rotterdam como coladero de todo lo que va llegando.
En este sentido, lo que está ocurriendo con la UE y el CORONAVIRUS a nosotros, los agricultores, no nos causa sorpresa, porque llevamos muchos años yendo a Bruselas y percibiendo esa mentalidad de que lo «mío es mío y lo tuyo es mío». Pensé que nunca diría esto, pero en estos momentos críticos que estamos atravesando España e Italia y, tras observar que la UE todavía no ha hecho absolutamente nada, se niega a mutualizar la deuda y solo está en disposición de concedernos un crédito, opino que se está dando la razón a los ingleses que votaron a favor del Brexit. Los países del norte están demostrando lo que es Europa. No se trata ya de afirmar que están manteniendo una posición obscena y egoísta, sino de entender de una vez por todas lo que representa actualmente Europa. La realidad es que ni estamos unidos, ni trabajamos juntos, la ley de la selva, una falsa UE.
Nuestros mayores se están muriendo, las empresas han cesado su actividad, el desempleo de la población se ha disparado, la crisis económica nos golpea de nuevo… ¿y cuál ha sido la respuesta de Europa? Poner en marcha un crédito a «devolver en cómodos plazos y condiciones ventajosas» ¿Esto es todo lo que podéis hacer por nosotros?
Para que las empresas puedan recuperar su actividad económica y mantenerlas vivas mientas dure este «Tsunami», y que los trabajadores de los ERTES vuelvan a sus puestos de trabajos, hace falta un apoyo decidido y solidario de nuestros «socios» y no cabe otra respuesta que mutualizar la deuda entre todos los Estados Miembros. Si la UE no proporciona una respuesta acorde a la naturaleza del problema que tenemos… ¿Para qué sirve entonces?
Estamos en abril y todavía no hay acuerdo sobre la forma de afrontar esta crisis sanitaria. El presidente del Gobierno debería aparcar un poco las ruedas de prensa pueriles y postizas e intentar hacer algo útil, bajarse del pedestal y afrontar con coraje este desafío histórico cogiendo un avión y plantándose en Europa con su colega italiano, y no volver de Bruselas hasta conseguir el acuerdo de los Coronabonos.
Quiero cerrar este artículo con una reflexión. La presidenta de la Comisión Europea, Ursula Van Der Leyen decía que en Europa no hay un corazón grande, sino 27 corazones pequeños. Y no le falta la razón… Si acaso, yo matizaría algo: que hay 27 corazones pequeños y solo hay respiradores para que siga latiendo Alemania y sus socios de la Europa del norte.